Los tics nerviosos son contracciones o movimientos espontáneos y no voluntarios que se presentan en alguna parte del cuerpo de manera constante y repetitiva, en intervalos irregulares pero consecuentes. Estas contracciones no son previstas ni controladas por la persona, ocurren de manera inconsciente, sin ser pensado o planeado previamente. Suelen aparecer en la infancia, en niños con edades comprendidas entre los 6 y 10 años, por lo general en aquellos más tímidos, temerosos o inseguros.
Algunos de los tics más comunes en los niños se relacionan con movimientos de la cabeza, hombros, manos y pies, apretar los dientes o la quijada, hacer muecas, parpadear constantemente, hacer sonidos con la boca, entre otros. Es normal que al comenzar a notar algún tipo de tic nervioso en los hijos, los padres se preocupen; pero no necesariamente se trata de algo negativo o grave, y en muchos casos los niños lo van superando por sí mismos al ir afrontando cada etapa de la niñez, pues los tics aparecen como una forma de liberar tensión ante una situación que consideran de riesgo (cuando se producen cambios drásticos en sus vidas, como el nacimiento de un hermano u ocurre algo que les ocasione temor o nerviosismo, como empezar clases), pero al enfrentar lo que genera dicha tensión o temor, el tic también desaparece.
Es importante recordar que los tics aparecen de forma inesperada, son reflejos compulsivos que se producen en los niños, por lo cual los padres o adultos en general no deben culpar al niño cuando éstos se manifiesten; si se regaña al niño por un tic nervioso que posea, creyendo que lo hace con propósito o a modo de burla, lo más probable es que ese reclamo genere aún más presión, tensión y nerviosismo en el menor y refuerce el tic y haga al niño más inseguro y cohibido, que es precisamente lo que genera este tipo de contracciones y movimientos involuntarios.
Tal como se ha explicado con anterioridad, los tics nerviosos no significan necesariamente un asunto de gravedad, sin embargo es necesario evaluar si el niño sufre emocional, física o psicológicamente cuando estos se producen, ya sea porque le ocasionan estrés, ansiedad o molestia, pues estaría perjudicando la cotidianidad de la vida del menor y su desarrollo natural; en este caso es necesario conversar con el niño al respecto de lo que le genera la ansiedad o tensión que le produce el tic y llevarlo a un psicólogo infantil.
En cierto modo, estos movimientos o sonidos compulsivos son una forma de somatizar las preocupaciones que tiene el menor, una manera inconsciente de llamar la atención y pedir ayuda ante una situación en la que se ven amenazados. Cuando el niño se da cuenta de que tiene un tic, por lo general siente vergüenza y trata de ocultarlo, pero el no poder evitarlo por ser un acto involuntario, le genera aún más estrés e incomodidad y terminar por afianzar más el tic nervioso. Por esto es necesario que los padres o responsables del niño promuevan un espacio de confianza y comodidad para él o ella, de modo que comience a sentirse más relajado y el tic disminuya su frecuencia e intensidad, como ocurre cuando el menor está descansado o durmiendo.
Las personas suelen creer que los niños no tienen ningún tipo de estrés ni preocupaciones, que solo se divierten y que no presentan ningún tipo de conflicto, sin embargo esto es totalmente erróneo. En cada etapa de la vida, desde la infancia hasta la vejez, el ser humano enfrenta situaciones propias de la edad y del entorno que les rodea, situaciones que generan sentimientos, emociones y pensamientos, por lo que no importa en que etapa se encuentre la persona, siempre podrá sentir alegría, tristeza o temor y cualquier emoción derivada de las primeras tres.
Aquellos conflictos no resueltos, frustraciones, molestias o preocupaciones que enfrenta un individuo durante su niñez, se manifiestan en tics nerviosos, como respuesta involuntaria del estrés acumulado. Estos reflejos en ocasiones pueden dificultar las relaciones interpersonales tanto con otros niños como con los adultos que no entienden por qué se producen los movimientos y creen que es una burla o un juego merecedor de una reprimenda. Sin embargo, es el apoyo de quienes rodean al niño con tics nerviosos lo que puede ayudarlo a solventar el problema.
Para ayudarlo, primero es necesario saber identificar los tics nerviosos, que se dividen en cuatro tipos básicos:
Cuando los tics comienzan a ser demasiado bruscos o a durar demasiado tiempo, y en especial si presenta tics vocales complejos, el niño requiere mucha atención por parte de los padres y responsables, ya que podrían ser un síntoma de un posible Síndrome de Tourette, un desorden neurológico que por lo general inicia en la niñez o la adolescencia, por el cual el individuo manifiesta tics motores y fónicos muy frecuentes, rápidos y bruscos.
El diálogo siempre es la primera vía de acción para solucionar un problema. Conversar de manera tranquila y pausada con el niño sobre qué situaciones enfrenta a diario que puedan ocasionarle ansiedad, estrés o tensión y por lo tanto ser la causa del tic nervioso, es lo primero que está en las manos de los padres para ayudarlo a superar el movimiento o sonido involuntario que presenta. Si el chico es capaz de identificar cuáles son las sensaciones o las emociones previas a que se presente el tic, podrá enfrentarlas y manejarlas de mejor manera para no sentir presión o nerviosismo y que por lo tanto no se genere el tic. La observación es un método que también le permitirá identificar cuándo el niño manifiesta el tic, sin necesidad de colocarlo en una situación de diálogo que pueda resultarle incómoda al infante.
Es posible que como padre o representante, el ver a un hijo con un tic nervioso pueda generar incomodidad o preocupación e incluso pueden pensar que el niño lo hace adrede o con intención de molestar, pero no es así. Es necesario mantener la calma y no reñirlo ni culparlo por el movimiento o sonido que haga, incluso si es coprolalia, la expresión de palabras obscenas. Tampoco es positivo prestarle demasiada atención o hacer que el niño se sienta observado, lo mejor es que al momento no sienta que todos le ven o se preocupan, pues esto sólo contribuirá a su vergüenza y cohibición y por lo tanto reforzaría la ansiedad que le produce el tic, como un círculo vicioso.
El estrés es uno de los principales factores de tensión que producen los tics nerviosos. Procurar que el niño no haga demasiadas actividades que le generen ansiedad, preocupación o presión y que tenga suficientes momentos de descanso y ocio colaborará a que descargue su tensión de formas diferentes y saludables, ayudándolo además a concentrarse mejor. También es menester como padres pasar tiempo con los hijos; conversar con ellos, atenderlos y mostrarles cariño los ayudará a sentirse en confianza, seguros y motivados, lo cual los ayudará a manejar mejor el estrés y disminuirá el riesgo de desarrollar o reforzar los tics nerviosos. Que el niño se sienta seguro de sí mismo y mantenga una autoestima estable es fundamental para superar los tics nerviosos.
Cuando el niño manifieste un tic nervioso de manera muy brusca, crónica o intensa, lo ideal es cambiar inmediatamente de actividad a una que le produzca relajación, que lo haga reír o calmarse. Un ejemplo pueden ser las respiraciones lentas acostados en un espacio amplio, limpio y silencioso, por al menos unos 15 minutos. También funciona la música suave.
Como padres y responsables, uno de los puntos más importantes es promover y procurar que el niño se tenga en alta estima. Eso reforzará su seguridad y su capacidad de enfrentar problemas y conflictos. Para ello es importante atenderlos, escucharlos y aconsejarlos; aún si dan la impresión de ser problemas sencillos, hay que recordar que se trata de situaciones propias de la edad y que para ellos representan grandes retos. Otra forma de reforzar su autoestima es elogiar sus actitudes y conductas positivas, sobre todo cuando superen una situación que les resultó especialmente complicada o en los logros que tengan en sus actividades cotidianas, como las clases o los cursos extracurriculares. Sentir que son capaces de asumir responsabilidades los hace sentir seguros y menos ansiosos y cohibidos.
Aunque no siempre es necesario acudir a un especialista, ya que es algo que podría generarle aún más temor y empeorar el tic, en algunas situaciones puede ser necesario llevar al niño a un pediatra o psicólogo infantil, sobre todo si el tic continúa apareciendo durante un año o más, si se vuelve cada vez más intenso y frecuente, si dificulta las actividades cotidianas del niño o le genera algún tipo de daño físico, emocional o psicológico (como un trastorno depresivo) o si afecta sus relaciones interpersonales con amigos, familiares, compañeros o cualquier persona de su entorno.