El suicidio es la acción voluntaria de quitarse la propia vida, y de acuerdo con las organizaciones más importantes de la salud, este problema ocupa un lugar entre las diez principales causas de muerte en el mundo. Es decir, toda muerte meditada y ejecutada por la misma persona es considerada un suicidio, o también podríamos describirlo como la acción mediante la cual un individuo renuncia a su existencia y actúa con conocimiento de lo que va a ocasionar su intento, por consiguiente, las personas conocen la consecuencia de la acción y por eso se llama acto voluntario.
Las estadísticas indican que cada día se suicidan alrededor de 1200 personas en el mundo, donde se ha comprobado que la mayoría son mujeres. Siguiendo con la línea de los diversos estudios y análisis que se han realizado, también se ha comprobado que para algunas religiones quitarse la vida constituye un pecado, así como para algunas culturas es equivalente a una forma honorable de evadir situaciones humillantes, pero más allá de relacionarlo con factores circunstanciales como la geografía, cultura o religión del individuo, este problema se vincula en mayor medida con la idea de que la vida en algún punto pierde el sentido. Es aquí donde debemos decir que el suicidio no es una enfermedad, sino la consecuencia más grave que deriva de múltiples desequilibrios físicos o mentales en su fase más crónica.
Por tanto, conviene señalar que entre sus causas se encuentran los eventos traumáticos e irreversibles que algunas personas tienen que enfrentar, entre ellos, la pérdida de una relación o la muerte de alguien extremadamente cercano o considerado indispensable, así como también puede generarse a causa de escenarios de menor gravedad como la sensación de soledad o un embarazo no deseado. Lo cierto es que el suicidio representa para las personas la opción más efectiva y segura de escapar de la realidad que les rodea.
Existen cuatro factores que permiten comprender las razones o causas del suicidio. Entre ellos mencionamos el factor biológico, indispensable en cualquier trastorno o disfunción. En este caso, resulta que los individuos que tienen tendencias suicidas presentan descenso en la actividad dopaminérgica, así como bajos niveles de serotonina, un neurotransmisor que altera las emociones y el ánimo del individuo lo que conlleva directamente a la depresión.
Luego, mencionamos el factor genético debido a que diversos estudios han demostrado que existe la transmisión genética que conlleva a esta situación. También resulta de importancia el factor psicológico debido a que el campo del psicoanálisis reconoce el suicidio como el homicidio a uno mismo cuando el “odio” o la agresividad que un individuo siente por otras personas, la dirige a sí mismo. Estas son las razones más frecuentes por las cuales una persona se provocaría su propia muerte:
-La solución a un problema que le hace sufrir
-Quitarse los pesos de conciencia
-Escapar de un dolor incontrolable
-La desesperanza, la vergüenza y la soledad
Y por último, nos referimos al factor sociológico, muy importante porque los índices del suicidio van relacionados con la posición geográfica, económica y social del individuo, entendiendo que es preciso conocer: el sexo, la edad y el estado civil de la persona. Está comprobado que este problema va de la mano con el estatus económico de los suicidas.
Los expertos también categorizan el suicidio y lo dividen en tres tipos de suicidio que se basan en la razón de la acción. En primer lugar, nos referimos al suicidio egoísta, que se produce como resultado de la incapacidad que tiene el individuo para integrarse con la sociedad y los grupos cercanos. En este escenario ubicamos los fracasos de los vínculos afectivos y la imposibilidad que tiene la persona de recibir el apoyo para su adaptación, en otras palabras, este tipo de suicidio incluye a aquellas personas que se aíslan por la disfunción adaptativa dentro de una comunidad o sociedad.
En el caso del suicidio altruista, las razones provienen del deseo de mejorar el panorama de un lugar o de un grupo, considerando que despojarse de la propia vida va a generar un bien mayor dejando a un lado el derecho de vivir. En ocasiones, el grupo está a favor de esto y otras tantas no. Por ejemplo, los atentados musulmanes terroristas como el de las torres gemelas hablan claramente del suicidio altruista, en el que dos individuos decidieron acabar con su propia vida por considerar que su muerte era una ofrenda a su Dios. Este tipo se subdivide en tres categorías: el suicidio altruista obligatorio, cuando las sociedades obligan a llevar a cabo esta práctica por honor, el suicidio altruista facultativo, cuya situación es muy parecida a la anteriormente mencionada con la diferencia que la sociedad no incita al suicidio, y el suicidio altruista agudo cuando las personas deciden quitarse la vida por puro gusto.
Posteriormente, ubicamos el suicidio maniático, el cual se produce como consecuencia de alucinaciones o delirios. Este tipo de suicidio deriva de la manía y se caracteriza por la tempestad constante de ideas o sensaciones producto de la alucinación.
Por otra parte, el suicidio anómico, es considerado el más frecuente en la época actual puesto que la competencia y las aspiraciones aumentan progresivamente. Digamos que este tipo de suicidio se produce por las expectativas fallidas entre las aspiraciones y las satisfacciones de las propias acciones.
El suicidio fatalista se produce cuando un individuo toma la decisión de quitarse la vida para escapar de las normas excesivamente rígidas que impone la sociedad o el grupo en el que se encuentra, por ejemplo, los presos pueden quitarse la vida porque no soportan las circunstancias en las que viven.
Otro tipo de suicidio es el melancólico, cuya idea nace de la depresión en su estado más grave. Los individuos no aprecian los motivos que le mantienen vivo, es muy parecido al suicidio maniático debido a que también la idea de quitarse la vida puede producirse por alucinaciones, en este caso, el punto que los diferencia es que con el suicidio melancólico el individuo es capaz de ejecutar la acción con concentración y detalle.
Por otra parte, el suicidio automático es una categoría carente de razón, pues en este caso, aparece una idea que no tiene fundamento ni coherencia y que tiene el objetivo de apoderarse de la voluntad de la persona para provocar la ejecución del suicidio a corto, mediano o largo plazo.
Por último, el suicidio obsesivo es muy parecido al anteriormente descrito, este va relacionado con un instinto, una idea inamovible de la muerte que se empodera de la mente del afectado, por lo general, el suicida reconoce que esta idea es absurda, sin embargo, el problema es que es inútil luchar contra ese sentimiento que al final termina matándole, podemos decir que se trata de un ataque de ansiedad, por lo que también se le conoce como suicidio ansioso.
En otro escenario, todos sabemos que la niñez es considerada una de las etapas más felices de la vida, donde resultaría inconcebible que una conducta suicida esté presente, sin embargo, esto ocurre y ya se han registrado numerosos casos de niños que se suicidan. En estos casos, algunos medios no acostumbran a publicarlos como tal, sino que los hacen ver como accidentes. Al parecer, el índice de los niños que cometen actos suicidas va en aumento a medida que pasan los años.
Es así como se hace indispensable hablar sobre los factores de riesgo que conllevan al suicidio en la niñez, y en primer lugar nos referimos al entorno familiar donde vive el menor de edad. Se debe diagnosticar si existe algún tipo de maltrato físico, psicológico o algún rechazo al niño porque esto determinará su integridad psicológica. Vale decir que dicho rechazo está muy relacionado con el hecho de ser un hijo deseado o no. En otras palabras, hablamos del clima emocional donde el menor convive, si se trata de un hogar disfuncional donde las discusiones y las peleas sean una constante, en el que los miembros de la familia resulten humillados, o si se trata de un hogar sin patrones de conducta coherentes; todas estas situaciones podrían convertirse en un nido ideal para la formación de individuos con tendencia al suicidio.
Luego nos ubicamos en el aprendizaje por imitación, teniendo en cuenta la presencia de familiares directos o personas muy cercanas con comportamientos suicidas, quienes pueden inducir a la realización de este acto con o sin conciencia de ello.
En este sentido, también es importante conocer la edad de los padres. Por lo general, cuando los padres son jóvenes, los niños experimentan problemas de atención y educación por la inmadurez de sus progenitores. Sin embargo, los embarazos en las personas de edad avanzada también dan lugar a problemas como la sobreprotección o mucha permisividad en el niño dado que la energía no les alcanza para satisfacer al menor de edad.
Por otra parte, los seguimientos y controles en el embarazo también son importantes, porque con ellos la concepción se convierte en el resultado de la responsabilidad de los padres, es decir, si una mujer no se preocupa por controlar su embarazo con asistencia médica, es probable que tampoco sea una madre responsable cuando nazca su hijo. Luego, reconocemos que la personalidad de los padres juega un papel importante en la formación en valores de los hijos. Si los progenitores padecen un trastorno o si son emocionalmente estables, si sufren de enfermedades psiquiátricas, depresiones o esquizofrenias, puesto que estos rasgos condicionan la crianza del niño.
La mayoría de los infantes que tienden al suicidio presentan algunas características reconocibles como la agresividad, la hostilidad y trastornos del control de los impulsos. Se tratan de niños intolerantes, frustrados frente a ciertas situaciones, manipuladores, les encanta llamar la atención y asumir los papeles de víctima. Otra característica frecuente es que los niños sientan celos, rencor o susceptibilidad por sus hermanos, pero otras veces se tratan de niños tímidos con poca autoestima y muy meticulosos, sin embargo en ambos casos los menores de edad presentan ideas muy relacionadas con la muerte de forma frecuente.
Algunas de las enfermedades mentales vinculadas con los niños que se encuentran en esta situación son los trastornos del humor, la esquizofrenia, problemas de conducta, la ansiedad, la depresión, el retraso mental, los problemas de adaptación o trastornos de la personalidad. Por consiguiente, es importante detectar si el niño tiene una enfermedad mental que traiga como consecuencia el suicidio.
Prevenir las conductas autodestructivas en la infancia dependerá de la identificación de los tantos motivos que puedan desencadenar un suicidio, con el conocimiento que estas razones son variadas y muchas veces no específicas. Otros motivos que conllevan al suicidio en la etapa de la niñez son: haber presenciado algún acontecimiento extremadamente doloroso, tener problemas de comunicación y afectivos con los padres, vivir problemas en la escuela, la agresión o las ganas de encontrarse con una persona que ya falleció.
Es de precisar que una vez que aparezca un motivo, el acto suicida no se produce por impulso, sino que el joven comienza a experimentar cambios, y por consecuencia, presenta un conjunto de señales traducidas en conductas que refieren cambios psicológicos, y a veces, físicos. Lo cierto es que una vez que se detecten estos cambios, los padres deberán vigilar el comportamiento del niño en distintos ambientes, tanto en la casa como en la escuela, así como los hábitos de alimentación, ánimo, carácter y sueño que el infante desarrolle.
Lo más recomendable es que estos niños sean evaluados inmediatamente por profesionales especializados en el área, trátese de psicólogos o psiquiatras infantiles. Por último, entre los actos autodestructivos más frecuentes ubicamos: la ingesta de pastillas, venenos, sustancias tóxicas, aventarse por un precipicio, ahorcarse, cortarse los vasos sanguíneos para producir hemorragias, quemarse a sí mismos. De acuerdo con las estadísticas, son más niñas que niños las que intentan quitarse la vida.
Más adelante, ubicamos el suicidio entre los adolescentes, cuyo índice sigue incrementándose durante los últimos años, especialmente en los varones, por lo que se debe prevenir eficazmente, y para ello, se debe diagnosticar a tiempo, promoviendo temas de salud y tratando adecuadamente las afecciones psicológicas que llevan al suicidio.
Con relación a la promoción de la salud, esta actividad debe ser llevada a cabo por psicólogos y otras personas especializadas en el tema. Dicha promoción irá dirigida a los familiares, maestros y adolescentes vulnerables al suicidio, y en ella, se deben difundir los modos de vida saludables como la práctica deportiva, el sexo con prevención y la motivación a desarrollar diversas actividades que se alejen de las sustancias tóxicas.
En el caso de los adolescentes cuya personalidad todavía se encuentra en desarrollo, deberán poner en práctica actividades que ayuden a prevenir los comportamientos suicidas, será conveniente inscribirlo en una actividad deportiva que le ayude a mantener la mente ocupada en una disciplina que lo enriquezca y le distraiga, de igual modo, se sugiere fortalecer los valores y encaminarlo a la construcción de un futuro sano.
Desde el punto de vista social, en los adolescentes se incrementaría el riesgo suicida a través noticias que causen furor difundidas por los medios de comunicación masivos o por las opiniones que tenga la gente al respecto. Otra posibilidad es que el adolescente quiera llamar la atención de quienes lo rodean por desequilibrios emocionales. Por otra parte, en esta edad es posible que se presenten conductas delictivas y consumo de drogas que puedan conducir al suicidio.
Como en el resto de las etapas, los factores de riesgo del suicidio van vinculados con la aparición de trastornos mentales en los adolescentes, entiéndase: esquizofrenia, bipolaridad, depresiones o problemas afectivos. Lo cierto es que en cualquiera de las tres etapas, los síntomas abarcan: niveles bajos de ánimo, falta de interés por la vida, ausencia de placer, insomnio, hipersomnia, falta de energía, sensación de culpa, ideas vinculadas a la muerte y variaciones en el apetito. Cuando la situación se torna más grave, las características son: pérdida significativa de peso y constantes episodios depresivos.
Con relación a los métodos más usados para quitarse la vida son el ahorcamiento, el uso de armas de fuego, el salto desde las alturas, el uso de pesticidas para envenenarse y la sobredosis a través de fármacos.
El tratamiento tiene lugar cuando un individuo ha intentado quitarse la vida pero ha fallado en el intento, o también, cuando ha manifestado conductas que dejan en evidencia la clara intención de quitarse la vida. Por tanto, la intención de morir se clasifica en categorías, una de ellas es el intento suicida no serio, que es aquel en el que no existe intención de suicidio, sino con el que se quiere obtener alguna ganancia mediante amenazas, luego ubicamos el intento suicida serio en el cual existe una intención real de quitarse la vida y por último el intento suicida muy serio que es el que presenta verdaderas intenciones de quitarse la vida con premeditación detallada. En definitiva, estas conductas son las que comprometen en menor o mayor medida la vida del ser humano.
Sin embargo, a pesar de esta clasificación, todo acto suicida debe ser considerado una situación seria, puesto que el individuo está mostrando una deficiencia o carencia de los mecanismos necesarios para adaptarse a la sociedad o enfrentar la vida, y así como dividimos los tipos de suicidio, también clasificamos la intención de quitarse la vida por grados:
El grado uno, conocido como gesto suicida, donde el individuo no presenta daños físicos graves o heridas que evidencien la intención de quitarse la vida. El segundo grado, se trata del acto suicida que exige atención médica, pero no hay riesgos de perder la vida o afectar en mayor medida la salud. Luego el tercer grado, conocido como el acto suicida con lesiones severas que pueden llegar a un nivel grave, en este grado se presentan contradicciones como cortarse las venas, generar la hemorragia y luego buscar ayuda médica. Hasta que finalmente llegamos al grado cuatro, el acto suicida mediante acciones que difícilmente puedan remediarse, por ejemplo, saltar de un lugar extremadamente algo o dispararse a sí mismos en algún órgano vital con conciencia de ello.
Asimismo, el suicidio se estudia a través de las siguientes manifestaciones: el deseo de morir que abre camino al comportamiento autodestructivo y es producto de la insatisfacción o inconformidad de la persona con su propia vida. Luego la representación suicida, donde el individuo imagina la manera de acabar con su vida y recrea el escenario en su mente. Hasta que finalmente nos encontramos con la idea suicida, que no es más que el pensamiento reiterativo de quitarse la vida, esta idea puede expresarse a viva voz o puede conservarse el deseo en silencio, sin embargo, su última fase es el plan suicida que se pone en práctica.
Antes de iniciar el tratamiento de ideas suicidas, el psicólogo o psiquiatra debe evaluar las manifestaciones y categorías anteriormente mencionadas, de esta manera, es posible que el paciente no manifieste las ideas autodestructivas, sino que a través de la comunicación y el diálogo (entrevistas) se logren detectar estos desequilibrios.
Se recomienda iniciar la entrevista con una pregunta abierta que le permita al paciente expresar sus pensamientos, dejando al descubierto sus intenciones suicidas, sin embargo, es posible que el individuo no manifieste este deseo a priori, así que el especialista deberá apoyarse en un síntoma para seguir indagando sobre dicha intención. Luego, el profesional le debe preguntar directamente si en su familia han existido casos de suicidio para posteriormente preguntarle si el individuo ha tenido la intención de quitarse la vida y así determinar expresamente que el individuo ha tenido una idea suicida.
Después el especialista debe profundizar en la idea suicida e indagar sobre los intentos y las maneras en las que el paciente ha buscado quitarse la vida, entiéndase: fecha, lugar, hora, circunstancias y motivos, a través de preguntas como: ¿Cuándo ha pensado suicidarse? ¿Dónde ha pensado suicidarse? ¿Por qué y para qué?
Es de resaltar que durante la etapa de la entrevista y el tratamiento en general es indispensable evitar el acceso a las herramientas o métodos que puedan ocasionar daño al sujeto, lo que también se le conoce como prevención, y dicho aspecto se divide en tres tipos: la prevención general donde el individuo debe contar con el apoyo psicológico, educacional y social para influir de manera positiva en la vida del paciente, la prevención indirecta donde se busca reducir el acceso a las situaciones riesgosas, y además, se aplican técnicas más relacionadas con el problema del individuo porque se conoce un poco más los motivos que le conducen a la autodestrucción, y por último, la prevención directa, la que se aplica en los individuos con varios intentos de suicidio.
En la psicoterapia es fundamental la actitud que tenga el psicólogo frente al paciente, por tanto, el profesional deberá crear un ambiente de seguridad, confianza y disposición de ayuda. Es importante que sepa escuchar y se preocupe por mirar a los ojos del paciente mientras éste habla. El psicoterapeuta debe mostrar mucho interés en las confesiones del afectado y evitar interrumpirlo a menos que sea indispensable para poder profundizar en el testimonio de la persona. De acuerdo con sus objetivos, la psicoterapia se puede clasificar de la siguiente manera:
La psicoterapia comportamental, la cual busca cambios de conductas a través de la teoría del aprendizaje. La psicoterapia surpresiva que tiene el objetivo de suprimir algunos síntomas sin cambiar la personalidad del paciente. La psicoterapia Re-Educativa, que tiene la finalidad de eliminar conductas inapropiadas en individuos que no presentan desequilibrios psicológicos y la psicoterapia reconstructiva que busca modificar radicalmente la personalidad del individuo. Por último, de acuerdo al número de personas inmersas en el proceso, la psicoterapia puede ser individual o de grupo.
En tanto, la psicoterapia dirigida a la persona que ha intentado suicidarse o que mantiene una crisis suicida debe aplicarse una vez realizado el diagnóstico y de haberse llevado a cabo las respectivas técnicas para determinar la gravedad de la enfermedad. Lo cierto es que esta terapia demanda un control asertivo de tiempo para poder mantener a la persona sana y con vida. Sin embargo, sea cual sea el mecanismo a utilizar, es importante que la familia esté al tanto del problema que tiene el paciente y dejarles muy claro el grave peligro que corre el individuo. Generalmente, la familia tiende a evadir el problema o a subestimar la capacidad que tiene el afectado para quitarse la vida y lo cierto es que los allegados tienden a resistir la idea del suicidio para evadir cualquier responsabilidad frente al tema. Por tanto es indispensable conversar con la familia, hacerles entender que el apoyo proveniente de ellos será de mucha ayuda durante el tratamiento, y que además, el individuo presenta un problema que podría significarle la muerte si no le toman la importancia que requiere.
Por otra parte, la psicoterapia suele ir acompañada de intervención farmacológica, cuya intervención ha sido considerada eficaz por los psiquiatras. En la farmacoterapia se recetarán medicamentos que variarán dependiendo de las características que muestre el paciente. El psiquiatra deberá sugerir antidepresivos o inhibidores que favorezcan el proceso y regulen las alteraciones que el individuo presente en su organismo. Digamos que el objetivo de esta terapia será modificar los procesos neurobiológicos que acompañan a algunos trastornos, uno de los fármacos más sugeridos es la paroxetina, un inhibidor selectivo de la recaptación de la serotonina.
Si el caso que se presenta es extremadamente grave o el paciente se encuentra en plena crisis, la internación a veces se hace necesaria y deberá hospitalizarse al paciente al menos por uno o dos días. Si resulta buena la respuesta frente a la sedación y de acuerdo con el seguimiento en la terapia, el paciente muestra una mejora en el control de los impulsos, podrá salir de la hospitalización a continuar con su psicoterapia, pero en el caso contrario, es prudente continuar con la hospitalización por un tiempo más extenso, hasta que los especialistas consideren que el paciente está en la capacidad de salir. Vale decir también que dependiendo de la situación, en el caso que se presente una psicopatología grave, el paciente tendrá que realizar la psicoterapia mientras se encuentre internado.
La terapia conocida como el electroshock, ha sido muy aplicada para la depresión y otras irregularidades que conlleven al suicidio, de hecho, es considerada la primera terapia efectiva para solucionar estos problemas, por lo que se considera altamente apropiado. Este tratamiento ha sido desacreditado por muchas personas, y las mismas lo describen como una terapia que se basa en la agresión al individuo muy similar a un procedimiento arcaico, pero lo cierto es que esta terapia implica menores riesgos que la de los fármacos, y además, sus resultados han sido positivos en miles de pacientes con intenciones suicidas.
Por último, haremos una breve referencia sobre el tratamiento que deben llevar los familiares de una persona que consiguió quitarse la vida. Así que al momento de enfrentar a los familiares del suicida, se debe tener en cuenta la gravedad y la impresión que esto generó en ellos, así como identificar los recursos que puedan significar un apoyo emocional para la familia, luego se determinará si existe algún sentimiento de culpa por lo sucedido y se identificarán pensamientos suicidas o conductas autodestructivas, esto debido a que está comprobado que los familiares adoptan una conducta similar al fallecido. La idea es ayudar a que el familiar supere lo sucedido de la manera más sana posible.
Psicólogos de México expertos en el tratamiento de comportamientos suicidas