Fobias, ataques de pánico y miedos

¿Qué es el Miedo?

El miedo, así como otras emociones (alegría, ira, sorpresa, tristeza, desprecio), resulta difícil de conceptualizar. En general, se ha acordado que es una respuesta normal e innata que se produce debido a la presencia de personas, entornos o situaciones potencialmente temibles y peligrosas.

Miedo y ansiedad estan intimamente relacionados, la ansiedad es la reacción fisiopsicológica natural cuando sufrimos de miedo intenso o fobia.

Fobias y ataques de pánico

Es importante explicar que cuando un individuo experimenta temor se genera un proceso cognitivo:

  • que consiste en una evaluación intelectual de la posible ocurrencia de un acontecimiento indeseado o desastroso. Es decir, el sujeto (de forma innata, o aprendida) realiza una valoración del riesgo latente.
  • y se produce ante la presencia de detonantes (percepción de daño o riesgo) que por lo general ocurren de forma veloz, abrupta y repentina. Ante este estímulo el sujeto intenta anticipar el futuro de la situación de peligro. Evidentemente, como se encuentra en una circunstancia que amenaza su equilibrio la evaluación dará como resultado una sensación verdaderamente desagradable que conlleve a la acción y movilización de comportamientos enfocados en la defensa y el resguardo. 

Sólo cuando el temor excede los niveles habituales de intensidad o sobrepasa la habilidad adaptativa del sujeto, es cuando el miedo se convierte en una patología, es decir, en una fobia. Si el temor afecta la forma en la cual el individuo se desenvuelve, produce un malestar significativo, dificulta su manera de relacionarse, e impide su desarrollo en general, entonces, el individuo se encuentra ante un miedo “irracional” que definitivamente necesita ser atendido.   

En referencia al nivel de intensidad que puede alcanzar un temor, es necesario señalar que este varía notablemente entre los sujetos. La intensidad depende de diferentes elementos, tales como: el tipo de situación amenazante, el contexto, el desarrollo psicológico del individuo, y la sensibilidad fisiológica. En otras palabras existe una interacción entre factores biológicos y socioculturales. De tal modo, se puede apreciar que los niveles de las reacciones conductuales, (“acción” o “inhibición”) ante aquello que asusta o aterra resultan totalmente variables e impredecibles.

Con relación a las manifestaciones corporales de esta emoción, el temor se hace notorio en primer término por la agitación o estremecimiento del organismo, un episodio de sobresalto, seguidamente, la persona experimenta una brevísima parálisis o perplejidad. En adelante, el sistema nervioso responde ante la situación de peligro de la manera más pertinente. 

Cabe explicar que esta compleja emoción posee aspectos fisiológicos (movilización somática), aspectos motores-comportamentales (patrones de actividad o inmovilidad), y aspectos cognitivo-subjetivos (percepciones) de gran interés. Dichos componentes están profundamente interrelacionados, y, pueden manifestarse de forma simultánea o sucesiva.

Aspectos fisiológicos

Independientemente de la edad, el miedo produce una serie de alteraciones bioquímicas, principalmente relacionadas con la adrenalina, epinefrina, noradrenalina, entre otras sustancias. Cabe decir que la sintomatología puede presentarse con leve o extrema intensidad. Entre los indicios y signos más comunes se pueden mencionar: tensión muscular, sudoración, debilidad, palidez, desmayos, inestabilidad en las piernas, mareos, sequedad en la boca, escalofríos, latidos fuertes del corazón, sensación de acaloramiento, apremio de orinar y defecar, dolor en el pecho, respiración rápida, sensación de náuseas, dolor de estómago, temblores, movimientos torpes.

Hasta ahora, se ha demostrado que el organismo puede producir una especie de tormenta vegetativa con la finalidad de reajustar las condiciones corporales a las exigencias del peligro latente. Por ejemplo, cuando una persona está asustada es bastante seguro que su respiración se vea afectada, que palidezca y que su flujo sanguíneo se dirija primordialmente a los músculos con el propósito de incrementar e intensificar la fuerza de los mismos, en caso de que sea necesario para afrontar la situación de riego. Es así como, estas reacciones fisiológicas conllevan a una preparación del cuerpo para su autoprotección. Es decir, el sistema nervioso (la rama simpática) pone en marcha la estrategia de defensa más pertinente, ya sea confrontando el peligro, o evitándolo.

Aspectos Motores- Comportamentales

Los patrones o síntomas conductuales ante el miedo reflejan dos grandes tendencias:

  1. Hiperactividad en el sistema conductual
    Puede darse la situación en la que el sujeto genere gran agitación motriz (hiperactividad), en este caso, el cuerpo se moviliza en función de un comportamiento de resistencia y supervivencia. El individuo puede moverse, temblar, gritar, escapar, desviar un ataque, o defenderse ante la amenaza.
     
  2. Inhibición
    Puede que se presente una tendencia a petrificarse. El sujeto padece de un episodio de inmovilidad tónica, es decir, se queda paralizado ante el impulso que le asusta. Además también pudiera enmudecer por completo, e incluso, puede llegar a un fallecimiento aparente o falso. 

Aspectos Cognitivo-Subjetivos

Son pensamientos, valoraciones y sentimientos muy personales (subjetivos), que varían de acuerdo a la naturaleza, crianza y formación de los sujetos. Los aspectos cognitivo-subjetivos se asocian a la manera en la cual el individuo percibe el miedo. En este sentido, la percepción va a jugar un factor fundamental en la forma en que la persona acoge, interpreta, desentraña y comprende las situaciones de riesgo. Una valoración adecuada le permite al individuo estimar objetivamente la amenaza a la que se enfrenta, contrariamente, una percepción errónea, genera reacciones “extremas” e incluso injustificadas ante ciertos estímulos alarmantes. Es de recordar que la percepción permite que el hombre se conecte con su realidad y se relacione adecuadamente con ella, de allí la enorme importancia que tiene la misma en el manejo de esta emoción.    

También se debe comentar que la experiencia subjetiva de este sentimiento es una de las más agudas, desagradables e incómodas para el ser humano. El miedo puede producir pérdida de confianza, bloqueos del pensamiento, sensación de impotencia y de pérdida de control.

Tipos de miedos: Temores Naturales

Desde muy temprana edad, el ser humano experimenta diferentes formas de miedo. La mayoría de temores se consideran transitorios, ya que se manifiestan en un período relativamente corto. De tal modo que muchos niños muestran miedos naturales y sutiles que por lo general aparecen y desaparecen a medida que se desarrollan y maduran, raramente llegan a convertirse en trastornos serios. Es relevante decir que el ambiente familiar, la sobreprotección, los contextos escolares negativos tienen notables repercusiones en la percepción del niño sobre el miedo. Es en esta etapa de aprendizaje, interrelaciones y socialización donde las mentes de los más pequeños deben ser adecuadamente instruidas.

  • Hasta los dos años, es común temer a ruidos fuertes, objetos no familiares, la presencia de sujetos desconocidos, animales, lugares oscuros y la separación de las figuras paternas. Entre los seis y ocho años, algunos niños comienzan a temer a criaturas mágicas, brujas, ogros, monstruos en actitud malsana o perniciosa, también extraterrestres y fantasmas. Durante este período, es probable que además exista cierto recelo ante fuertes lluvias o tormentas, episodios de soledad y la vida escolar.
  • Durante el lapso comprendido entre los nueve y doce años, es natural que disminuyan los temores a los seres imaginarios, la soledad, y a la separación de los padres. Sin embargo, el niño teme a catástrofes, al ambiente escolar (Exámenes, rendimiento), a los procesos de socialización (Bullying), a las apariencias físicas, daños corporales, problemas entre los padres, y a la muerte. Es en esta etapa el infante comienza a experimentar y confrontar los miedos más realistas. El niño ya está más consciente y capacitado para evaluar y afrontar una situación de peligro más compleja. 
  • De los trece a los diez y ocho años, existen importantes cambios tanto físicos, como psicológicos en el ser humano. Entonces, el miedo se asocia a los fenómenos sociales, las apariencias, la autoimagen, los intercambios con el sexo opuesto, la necesidad de “encajar”. Ciertamente, en estos años las respuestas a los estímulos de riesgo son más estables y constantes. El individuo ya tiene una identidad y un carácter bien formado que le permite relacionarse coherentemente con la realidad que le rodea.  

No todos los miedos propios de una fase se manifiestan simultáneamente, éstos normalmente se generan y se desvanecen en función de la evolución del infante. En otras palabras, en cada edad se presentan una serie típica de temores que emergen, se afianzan y menguan.

Algunos miedos no se desaparecen con el paso del tiempo, por ejemplo, existen personas que durante toda la vida temen a las lluvias fuertes o a los animales, esto debe considerarse como un temor natural, mientras el comportamiento no afecte el desarrollo y la conducta del sujeto. 

Es importante destacar que un miedo bastante popular y universal, innegablemente es el temor a la muerte. Este miedo se adquiere para resguardar la vida ante un riesgo potencial, por tanto tiene una función biológica y protectora indispensable. Así como el nacimiento, el fallecimiento es algo natural que afecta a todas las especies. Nadie es inmune, la defunción es una sentencia ineludible y una parte esencial de la existencia misma que resulta realmente necesaria en términos de defensa de la propia vida.

Sin embargo, hay que recalcar que un miedo excesivo y extremo conllevaría a una patología. En este caso, a la tanatofobia, un trastorno en el que el paciente vive constantemente aterrado por la idea de la muerte.

Muchas personas temen a las consecuencias y repercusiones del fallecimiento:

  • A nivel intrapersonal (muerte propia), la gente se siente asustada de perder el poder del autocumplimiento. 
  • En cuanto a la dimensión interpersonal, los sujetos temen por el impacto de la pérdida en la vida sus seres queridos, familiares y amigos.
  • A nivel transpersonal (temor a lo que acontece después de la defunción), los individuos se inquietan ante las creencias de la naturaleza trascendental del ser humano. Lo divino, la elevación, el juicio y el castigo de los pecadores es causa de susto e intimidación para muchos.

Diagnóstico del miedo

Para la evaluación del miedo se han creado varios instrumentos, pero la gran mayoría se orienta específicamente a un trastorno de ansiedad en particular. El único método que se ha diseñado para hacer una valoración del miedo en general es el cuestionario FQ (Fear Questionnaire) de Marks y Mathews. El cual es un instrumento conformado por 24 preguntas generadas para medir la intensidad de los temores. 

Este instrumento es de modalidad autoadministrada, está integrado por tres apartados, el primero, el sujeto describe su temor más alarmante y valora su grado de evitación; en el segundo, el paciente señala el grado de perturbación que le generan ciertos síntomas no-fóbicos; y finalmente, en el tercero, se evaluará el impacto de las consecuencias fisiológicas en su vida cotidiana.

Consecuencias del Miedo 

El miedo cumple una función adaptativa en los seres vivos. Dicha función contribuye al aprendizaje tanto de mecanismos preventivos, como de respuestas defensivas, con el objeto de preservar la vida. En otras palabras, el temor produce comportamientos que distancian al sujeto de los estímulos de riesgo, facilitando la puesta en marcha de mecanismos de evitación o de escape. Igualmente, advierte a las personas sobre los efectos de interactuar con elementos probablemente perjudiciales o nocivos.

Otra secuela importante consiste en que una reacción excesiva o desaforada de temor, puede incidir negativamente en la eficacia de la respuesta del organismo. Por ejemplo, al sobrepasarse los niveles naturales del miedo, es bastante posible que se genere un bloqueo emocional, y por ende, se obstaculice la ejecución de las acciones necesarias ante una amenaza. En otras palabras, se dice que la intensidad  de esta emoción, repercute  entre la activación (movilizar), actuación y el rendimiento comportamental ante un factor alarmante. 

No obstante una de las consecuencias más dramáticas del temor, la constituye sin duda alguna, el desarrollo de trastornos de comportamiento. En este sentido, el miedo es el origen de numerosas patologías que aquejan poderosamente a la sociedad, tales como: fobias, ansiedad, trastornos obsesivos-compulsivos, ataques de pánico, trastornos por estrés post traumático, entre otros. 

¿Qué es la Fobia?

Durante décadas la palabra fobia se ha asociado a los términos: pánico y horror. La fobia es considerada un miedo exagerado, constante, y patológico frente algún detonante específico. Este trastorno se manifiesta cuando un temor, bien sea ante un objeto, persona o ambiente produce aversión y un desenfrenado desasosiego. En este caso, el individuo genera una repulsión injustificada y un nivel irracional de angustia ante un factor o circunstancia que realmente no comporta tal peligrosidad. Para las personas que padecen este intenso temor, la evitación del estímulo amenazante resulta la única salida posible.

Cabe señalar que las personas que sufren este tipo de trastorno se sienten severamente afectadas tanto en la presencia, como en el proceso anticipatorio de la situación fóbica. Aunque el elemento desencadenante pueda ser moderado, esto no significa que no produzca un exagerado estremecimiento y pánico en el individuo. Lamentablemente, esta aversión obsesiva tiende a ser tan extrema que perturba poderosamente el desarrollo del sujeto, condicionando e impregnando de forma negativa todas las aéreas de su vida. Es importante acotar que los pacientes de fobias, eventualmente admiten que sus reacciones y conductas son excesivas e incluso un tanto insensatas.

Por lo general la mayoría de las fobias que se presentan en edades tempranas tienden a desvanecerse alrededor de los ocho años. En caso de que este temor intenso persista en el niño, es probable que le afecte durante la adolescencia y juventud alcanzando niveles más complejos, multiformes y profundos. Cabe expresar que la permanencia de este trastorno, puede ser considerada como un signo bastante revelador, de que el paciente puede padecer de otras patologías psiquiátricas que se deben atender.

Bajo esta condición el sujeto puede desarrollar los siguientes comportamientos:

  • Conductas de evitación: Actos destinados a evadir la situación de peligrosidad. Más allá de la angustia, la repulsión y en ocasiones el pánico que genera este trastorno, la reacción “característica” de los pacientes fóbicos es: la Conducta de Evitación del Objeto o Estímulo Fobógeno, en otras palabras, el individuo hará lo que esté a su alcance para evadir el acontecimiento o ambiente que le inquieta intensamente.
  • Conductas de reafirmación: El sujeto consciente de su padecimiento, se sirve de objetos, estrategias o personas para darse seguridad y contrarrestar aquello que le horroriza.
  • Conductas de huida hacia adelante: Este comportamiento tiene la finalidad de hacer frente a la situación amenazante. La persona realiza un esfuerzo comprometido para intentar superar el temor intenso que siente. 

Debido a todos estos comportamientos, la fobia interfiere de forma notable en la vida de los afectados. Esta aversión repercute en la manera en que el sujeto se conecta con su realidad y sus nexos sociales. Desde el desempeño académico, las relaciones interpersonales, hasta el rendimiento productivo se ven perjudicados. En ocasiones la sensación de pánico puede adueñarse de la persona e incapacitarla en la realización de sus propósitos. Muchos pacientes han señalado que aunque tienen el deseo de ejecutar ciertos quehaceres, sus fobias los frenan, produciendo un estrés agudo.  

Los seres humanos pueden experimentar las más diversas aversiones fóbicas, los más comunes son:

  • Compartir con animales, especialmente en la primera infancia
  • Condiciones Ambientales: contextos naturales como tempestades, altura, …
  • Daños corporales: heridas, sangre, contusiones, inyecciones, …
  • Espacios Cerrados: sitios determinados en los que resulta difícil huir, por ejemplo: ascensores, túneles, aviones, entre otros.
  • Situaciones Sociales: dificultades en el proceso de integración social. Problemas de interacción con personas del sexo opuesto. Temor a hacer el ridículo. Existe un miedo intenso por exponerse en público y realizar involuntariamente un acto vergonzoso por el cual el individuo pueda ser burlado y humillado.

Causas de la Fobia

Hasta ahora se ha señalado con algo de imprecisión que estos trastornos deben considerarse de origen multifactorial, esto quiere decir que tanto los aspectos biológicos, genéticos y las experiencias de vida inciden en la aparición de los mismos. Sin embargo, aún no está perfectamente claro a qué se deben las reacciones fóbicas. El terreno resulta escurridizo, y los investigadores continúan indagando.

Este miedo irracional usualmente se presenta en la infancia, pubertad o adultez temprana. Es poco factible que las fobias se generen en personas mayores. Comúnmente, suelen derivarse de un incidente o circunstancia estresante, o bien de una situación temible que ocurrió en una edad temprana en la vida del sujeto. Dicha experiencia desagradable puede convertirse en el detonante de esta patología.

Por otro lado, existen casos de individuos que poseen una predisposición genética a las fobias. Al respecto, es probable que el niño haya nacido con un rasgo temperamental denominado, inhibición conductual a lo desconocido, el cual produce retraimiento, timidez, o miedo extremo. Estos temores irracionales son más comunes en los individuos que tienen mayores niveles de ansiedad.

Otro factor causal se encuentra en el seno familiar. Este se asocia a la etapa de aprendizaje por observación e imitación que experimentan los niños. Es así como, es bastante factible que si algún miembro de la familia padece de fobias, el infante progresivamente genere una tendencia a sufrir estas aversiones. Cuando la fobia se da bajo estas circunstancias, se trata de miedos aprendidos, los cuales no tienen ninguna relación con factores genéticos. 

En cuanto a los aspectos neurobiológicos, se ha descubierto que algunos mecanismos específicos del cerebro (amígdala, corteza medial, ventromedial y prefrontal) acumulan y recuperan situaciones estresantes o peligrosas. De tal modo que, si el sujeto se enfrenta en el futuro con un estímulo similar, se activará la memoria, reviviendo el incidente con igual o mayor intensidad. En otras palabras, el organismo reaccionará condicionado por la experiencia del evento desagradable que se aloja en su cerebro. Por ejemplo, un episodio molesto o incómodo, tal como una extracción dental, la mordedura de un animal, o quedarse encerrado en un elevador; Es de agregar que la amígdala juega un papel esencial en la liberación de las hormonas de "lucha o huida", que se ponen en marcha ante la percepción de una amenaza.

De igual modo, se ha comprobado que las personas que padecen de fobia a hablar en público liberan más norepinefrina y epinefrina que un sujeto normal ya que son más sensibles al estímulo adrenérgico (respuesta natural del organismo ante una situación de riesgo).

Manifestación de las Fobias

Entre las manifestaciones fisiológicas más comunes de los pacientes fóbicos se encuentran: sudoración, aceleración de los latidos del corazón, jadeo, sensación de ahogo, malestar gástrico, sequedad de boca, temblor, náuseas, transpiración abundante, diarrea, sofocos o escalofríos, ganas de orinar, enrojecimiento del rostro, dolores de pecho, confusión, desorientación, desmayos, tartamudez, entre otros.

Cabe expresar que la conducta fóbica puede ser cambiante en un mismo paciente, es decir, los estados anímicos van a incidir en la forma en la que el afectado se maneje ante el estímulo que le produce el temor irracional. Aunque la persona que padece este trastorno siempre se maneja con dificultad y desasosiego ante el objeto o el escenario intimidante, existirán ocasiones en que el episodio desagradable le será más llevadero, no obstante, en otras puede que se sienta totalmente desprovisto, e incluso tener un ataque de pánico. Es importante explicar que esta variación en el comportamiento, suele perturbar aun más y confundir al paciente puesto que se siente impotente e incapaz de controlar sus reacciones. El individuo no entiende la causa por la cual ciertas veces soporta las aversiones y otras no, lo que le genera pérdida de confianza y le puede llevar a una depresión.

Consecuencias de las Fobias

Consecuencias generales de los pacientes que padecen fobias:

Pueden evadir o limitar sus actividades, propósitos, y metas debido al temor intenso que experimentan. Las situaciones diarias (ir de compras, relacionarse con el sexo opuesto) que normalmente son triviales en la vida de cualquier individuo, para un fóbico se tornan insufribles, terribles. Llegan incluso a organizar su entera existencia en base a su fobia, considerando como adaptarse más prácticamente a ella. De este modo, la evasión inicial conllevará a un sinfín de evitaciones, puesto que el sujeto tiene el firme propósito de apartarse cualquier tipo de exposición. Una persona fóbica siempre dependerá del uso de elementos o estrategias contra-fóbicas para aproximarse de forma remota al factor desencadenante de su ansiedad.

En este sentido, muchos pacientes prefieren vivir en aislamiento social. Desde niños que dejan de asistir a sus colegios, hasta profesionales que se escudan en trabajos en línea o desde el hogar. Al alejarse de su realidad inmediata, el enfermo se niega la posibilidad de evolucionar en todos los campos, desde lo personal, hasta lo laboral.

Otro delicado efecto de este trastorno es la depresión. Muchos individuos bajo esta condición experimentan depresiones severas y otras patologías relacionadas con la ansiedad, lo cual complica aún más el escenario del sujeto.

Por ello, algunos pacientes fóbicos pueden generar comportamientos excesivos en cuanto al uso de los tratamientos médicos. Debido a la creciente ansiedad es posible que los afectados se conviertan en dependientes de ciertas sustancias farmacológicas. Además, muchos hacen uso de drogas y de alcohol para confrontar su conducta irracional frente al miedo que les aqueja.

La fobia también genera que los sujetos padezcan un profundo miedo de ser rechazados por sus semejantes debido a sus comportamientos desmedidos. Ante este temor extremo de ser incomprendido por sus amigos y familiares es probable que el paciente fóbico mienta para esconder su condición, lo cual resulta contraproducente.

Es importante destacar que este trastorno produce consecuencias diferentes para los hombres y las mujeres. En este sentido, los caballeros fóbicos se sienten realmente desventajados ya que culturalmente el hombre se asocia a un perfil fuerte y valeroso; mientras que la mujer, aunque también es seriamente inquietada por las fobias, se ve favorecida (percepción social) ya que está vinculada al estereotipo de la doncella que necesita ser cuidada y protegida.

Con relación a la vida familiar, tanto el individuo fóbico como sus seres queridos se ven perjudicados. Las personas allegadas al paciente usualmente intentan evitarle el contacto o la confrontación con el desencadenante de la aversión. Los familiares también se eximirán de ciertas conductas o eventos en consideración de la susceptibilidad del tratado. Muchas veces este comportamiento gentil y sobreprotector puede tornarse negativo puesto que contribuye a reforzar las inseguridades y evita que el sujeto gane su independencia.

Diagnóstico de las Fobias

El temor se convierte en un problema psicológico o incluso psiquiátrico cuando las reacciones del individuo obstruyen o estancan su vida diaria, desequilibrando sus relaciones, en otras palabras, imposibilitándole ser dichoso. Los siguientes síntomas se deben tener en consideración para la realización de los diagnósticos de las fobias:

  • Sensación de ansiedad y angustia incontrolable. Frente a la fuente de su aversión (circunstancia, criatura, ambiente o cosa) el individuo experimenta un miedo excesivo e injustificado.
  • El miedo que experimenta el paciente no puede ser razonado.
  • Conducta de evitación. El sujeto fóbico sentirá la necesidad avasallante de abstenerse de todo aquello que pueda poner en marcha su aversión.
  • Incapacitación. El temor que experimenta el individuo es tan intenso y extremo que cuando confronta el estimulo fóbico es muy probable que el organismo no opere de forma adecuada. La ansiedad es tal, que puede inhibir las respuestas necesarias.
  • Reconocimiento. En muchas oportunidades, el individuo fóbico admite que sus temores son irrazonables, al tiempo en que reconoce sentirse impotente ante ellos.
  • Caracterización. En cuanto a las manifestaciones fisiológicas se hacen presente comúnmente: las palpitaciones fuertes y constantes, el insomnio, la sensación de ansiedad, la fatiga, la dificultad respiratoria, palidez, y en ocasiones, ataques de pánico.

Diferencias entre el Miedo y la Fobia

El miedo es una reacción natural ante amenazas reales. Por tanto, constituye un factor protector y defensivo indispensable para la supervivencia. Usualmente, los temores evolutivos (naturales) propios de la primera infancia se desvanecen sin secuelas, sin embargo, en algunas oportunidades los miedos son excesivos y persistentes, llegando a convertirse en trastornos complejos, tales como la fobia.

Cuando una persona experimenta miedo, siente una preocupación sobre algún peligro real que puede ocurrirle. Este episodio desagradable o indeseado apunta al futuro. Es una amenaza que puede o no concretarse. El miedo no se debe considerar como un agente netamente emocional, debe entenderse que éste es en realidad, un proceso cognitivo por medio del cual se analiza y evalúa la situación de riesgo, es decir, es una valoración intelectual del peligro. 

La fobia es un miedo desmedido e irracional ante una persona, objeto o situación. En este caso, se generan temores intensos e incapacitantes que realmente no se ajustan al estímulo que los produce. Dichos eventos no revisten el alto grado de peligrosidad que percibe el paciente. El individuo se siente fuera de control y su vida gira en torno a conductas de evitación o huida.

Mientras el paciente fóbico realiza una valoración desproporcional y exagerada (Pensamientos distorsionados, catastrofistas y negativos) de los desencadenantes de su aversión, la persona que tiene miedo, atraviesa por un proceso cognitivo que le permite estimar objetivamente el nivel de peligrosidad al cual se enfrenta el organismo. La principal diferencia entre el miedo y la fobia, es que ésta es irracional e injustificada. Otra divergencia importante es que, los pacientes fóbicos evitan confrontar sus temores a toda costa, por su lado, las personas que sienten miedo actúan con precaución y se mantienen alerta ante las amenazas reales que deben enfrentar. En otras palabras, los miedos son útiles y necesarios. El problema es cuando se convierten en condiciones extremas, tales como la fobia que incapacitan a los pacientes en su vida. 

¿Qué hacer para prevenir las fobias?

Debido a que los miedos son respuestas naturales que acompañan al hombre durante toda la vida en menor o mayor proporción, es indispensable que se preste especial interés a la infancia y la adolescencia, porque durante estas etapas se pueden detectar patrones, signos y síntomas del trastorno fóbico que empiezan a ser notorios. Un niño que sufre un ataque de pánico ante la presencia de un perro, o, un infante que no se interrelacione en el contexto escolar con sus semejantes, son indicativos de patologías complejas de ansiedad. Por ello, los padres deben estar atentos de las conductas de sus hijos, evaluar sus reacciones físicas y psicológicas. En este sentido, vale destacar que las medidas preventivas tienen la finalidad de evadir o anticipar la posible presencia de riesgos o amenazas para la salud.  

Diversos estudios manifiestan que se debe educar progresivamente al niño con relación a los niveles objetivos de peligrosidad que comportan ciertos factores o situaciones. Entonces, la figura paterna (o de autoridad) debe proporcionar la información necesaria. En tal caso es recomendable aupar a los más pequeños a que comprueben por sí mismos el alcance de algunos temores naturales, como por ejemplo: la oscuridad, las criaturas mágicas, el interrelacionarse con el sexo opuesto. Es relevante indicar que la confrontación a un temor a tiempo permitirá que el sujeto desarrolle confianza y pueda afrontar miedos más complejos conforme avanza su desarrollo. Evidentemente, antes de enfrentar al niño a aquello que le asusta, el adulto deberá evaluar el tipo de desencadenante y realizar exposiciones graduales. Contrariamente, la sobreprotección y el fomento de las conductas de evitación solo afianzarán la dependencia e inseguridad del infante.

Es de agregar que los contenidos audiovisuales violentos y agresivos transmitidos por el cine y la televisión poseen un impacto considerable en la percepción que tienen los sujetos acerca de su realidad, especialmente los más pequeños. Dichas transmisiones inciden en los espectadores, generando tensiones, ansiedad, estrés, terror, y en algunos casos, fobias. Por tanto, deben revisarse los contenidos y las programaciones, teniendo en consideración la edad y el grado de vulnerabilidad del receptor.  

 

Ataques de pánico: ¿Cómo enfrentarse al Pánico?

Muchos autores coinciden en que el pánico es una experiencia prácticamente violenta. Es considerado un terror o miedo agudo, acompañado con una sensación de descontrol. Los sujetos con trastorno de pánico padecen de súbitos, constantes y desmedidos ataques de temor y angustia. Es de acotar que estos episodios alcanzan su máximo nivel de estremecimiento antes de los primeros diez minutos y pueden durar hasta una hora.

Estas crisis por lo general empiezan en la etapa de la adolescencia o al inicio de la adultez. Los ataques de pánico pueden acontecer en cualquier lugar, momento, y no se deben necesariamente a algún tipo de provocación o detonante específico. Cabe destacar que no todos los individuos que padecen episodios de pánico desarrollan el trastorno. Como dato curioso se puede expresar que la mayoría de las personas experimentan al menos un ataque de pánico durante su vida sin necesidad de convertirse en una patología de ansiedad. Según algunas investigaciones este problema de salud aunque es considerado de origen multifactorial, tiene una marcada tendencia hereditaria.

En el trastorno de pánico, existe especial importancia en el primer ataque, real o ficticio, en el que se manifiesta una aguda somatización (respuestas intensas y desproporcionales/ físicas y psicológicas) en el sujeto. En este sentido, tanto las secuelas físicas, generadas, por ejemplo, por lesiones, operaciones, enfermedades, o accidentes; como el estrés y la agitación mental, producidos por infortunios, desengaños, desdichas o pérdidas emocionales, se consideran antecedentes probables en la aparición de un ataque de pánico.

Una vez que se ha vivido una primera experiencia de angustia severa los afectados además sufren de “ansiedad anticipatoria” ante la posibilidad de nuevas crisis. Es decir, el paciente siente “miedo al miedo”, se vuelve un tanto obsesivo ante la posibilidad de revivir el episodio. De tal modo, el sujeto estará hipervigilante sobre el funcionamiento de su organismo, evaluando sus signos. El problema se presenta en que el paciente que sufre de pánico tiene una percepción distorsionada, y ante esto, cualquier síntoma por más insignificante que sea, lo considerará como un peligro real. Dicha angustia acrecienta y convoca la generación de más manifestaciones fisiológicas de pánico, lo cual sin duda puede producir nuevas crisis.

El primer episodio pone en marcha la reacción de “intento de control” propia del sistema nervioso. No obstante, la precipitación y la extremidad de esta experiencia tienen como consecuencia un bloqueo ansioso que conlleva al inadecuado funcionamiento del organismo. Por ejemplo, si un sujeto con problemas de ansiedad extrema tiene un temor constante a padecer un infarto, es probable que en algún punto, su ritmo cardíaco se vea severamente afectado. En este sentido, el individuo intentará controlar racionalmente la crisis, pero debido al alcance del trastorno no lo logrará. En otras palabras, durante estas severas experiencias de ansiedad existe un intento marcado por controlar las alteraciones orgánicas, sin embargo, esta reacción de “control” termina intensificando el desasosiego y el colapso en la persona.

Para diagnosticar las crisis de pánico es necesario que el paciente padezca de episodios súbitos y agudos de terror, y al menos debe presentar cuatro de los siguientes síntomas: gran confusión mental, transpiración, taquicardia, náuseas, debilidad, sensaciones asfixiantes, dolor en el pecho, hormigueo en las manos, despersonalización, pérdida del equilibrio, sensación de desfallecimiento o de fatalidad ineludible. En este sentido, los síntomas se presentan con tal fuerza que los sujetos piensan erróneamente que están perdiendo la cabeza, o que irremediablemente van a morir durante ese ataque.

Terapia Cognitivo – Conductual

La intervención estratégica más recomendada para enfrentar las crisis de pánico es la Terapia Cognitivo – Conductual. De acuerdo a diversas investigaciones resulta uno de los tratamientos más exitosos en el área. El terapeuta tiene la tarea de ayudar al sujeto a razonar y comportarse apropiadamente ante lo que el paciente considera amenazante. En este caso, se hace uso de terapias y estrategias a corto plazo destinadas a alcanzar metas cuantificables. El especialista monitorea consecuentemente los avances del paciente. De forma progresiva, las personas afectadas entienden en términos realistas el nivel de peligrosidad del desencadenante de su crisis. Esta intervención comprende: una Aproximación Cognitiva orientada a la re-estructuración epistemológica (desaprender lo erróneo), y una Aproximación Conductual relacionada a la confrontación directa del estímulo, (exposiciones a circunstancias externas).

En la terapia cognitiva- conductual orientada a pacientes que sufren de pánico también se hace uso de los siguientes procedimientos: Distribución de textos informativos (Biblioterapia), Discusiones reflexivas (Desafiar y cuestionar las creencias irracionales), formación de nuevas habilidades para el control adecuado de la ansiedad, entrenamiento respiratorio, entre otros. 

Aproximación cognitiva (Cambio de creencias)

En cuanto al enfoque cognitivo se busca crear un cambio en las creencias erróneas que tiene el individuo con relación al grado de peligrosidad de sus temores. De allí que el terapeuta realice conjuntamente con el paciente una conceptualización objetiva e imparcial del problema, evaluando su naturaleza, génesis, dimensiones, alcances y repercusiones. A través de esta práctica se busca desmitificar los miedos exacerbados. De este modo, se hace uso de diferentes estrategias para cambiar las suposiciones equivocadas y las percepciones catastróficas de las respuestas fisiológicas del organismo ante un ataque de pánico. Al reestructurar el enfoque cognitivo se espera que se ajusten las visiones negativas, fatalistas y desmedidas del paciente. En otras palabras, se trata de corregir nociones falsas e inadecuadas y brindar información coherente y oportuna. De tal manera, comprender el fenómeno, es un paso de esencial interés para afrontarlo.

Aproximación Conductual:

Son experimentos comportamentales o de comprobación de hipótesis. Estas terapias se emplean para que el individuo verifique el grado de validez de sus valoraciones y creencias. El proceso consiste en que la persona afectada experimente las sensaciones de pánico que le aquejan, hasta el punto en que compruebe (por sí misma) que éstas NO revisten el nivel de peligrosidad o fatalidad que el paciente asumía como cierto. Es decir, la aproximación conductual busca exponer gradualmente al individuo a los desencadenantes de sus crisis de manera que éste logre reevaluar, asimilar, e internalizar lo que está ocurriendo en su organismo, en una justa proporción con la realidad. Es una especie de habituación conductual.

En esta terapia se hace uso de técnicas de respiración y relajación a fin de preparar al paciente para su etapa de confrontación ante el objeto, criatura o ambiente amenazante.

Cabe indicar que los hábitos saludables también contribuyen a superar las crisis pánico. En este sentido, se recomienda manejarse con un esquema cotidiano que incluya: hacer ejercicios, tener una alimentación balanceada, evitar el consumo abusivo de alcohol y cafeína, y, especialmente sobrellevar los niveles estrés de forma moderada. Es importante resaltar que este tipo de trastorno afecta tanto a los pacientes como a los amigos y familiares, por tanto, el apoyo y la comprensión de sus allegados resultarán invaluables. Es decir, el paciente no debe mentir acerca de su condición, por el contrario le será ventajoso hacer partícipes del tratamiento y las estrategias a sus personas de confianza.

¿Qué es la exposición interoceptiva?

Dentro de la aproximación conductual, la exposición interoceptiva es una de las más recomendadas. Partiendo del hecho que la percepción y la reacción del paciente de crisis de pánico tienden a ser irracionales, esta terapia consiste en exponer al individuo a experiencias correctivas, basándose en la reeducación de los cambios fisiológicos y viscerales del organismo. Dicho de otro modo, como éste trastorno se centra en las sensaciones internas, y evidentemente, el paciente no puede escapar de su cuerpo, la estrategia interoceptiva está orientada a que el sujeto reaprenda acerca de sus emociones, sensaciones, síntomas y signos. El verdadero propósito de la exposición interoceptiva es provocar deliberadamente los estados ansiógenos, exponer al paciente ante ellos, llevarlo a que experimente las sensaciones y sobresaltos internos hasta el punto en que el individuo recobre su estado natural, en el que no se sentía agobiado por sus reacciones orgánicas. De igual modo, se trabaja en la aprensión y en los estados de vigilancia.

En cuanto a la Evolución de las terapias en los pacientes, de acuerdo a diversos estudios se estima que la mayoría de enfermos con trastorno de pánico:

  • Leve: los pacientes responderán de forma favorable a la terapia cognitiva - conductual.
  • Moderado: los pacientes necesitarán combinar la Terapia con una prescripción médica, este proceso se deberá realizar por una duración de un año.
  • Severo: se recurrirá a un tratamiento farmacológico prolongado. Usualmente la terapia y el componente farmacológico se emplean por un período de tiempo de dos años. Posteriormente se interrumpe y se evalúa la condición del individuo. 

Tratamientos para fobias, ataques de pánico y miedos

En general, las terapias destinadas a tratar los miedos, las fobias y los ataques de pánico están orientadas a modificar los patrones de pensamiento, reforzando el contraste entre lo posible y lo probable. Por un lado se atenderá el enfoque epistémico y didáctico, y por el otro, la propuesta conductual - experimental. Cabe decir que gran mayoría de los tratamientos implican alguna clase de exposición del paciente, puesto que se ha comprobado científicamente que la confrontación deliberada ante un estímulo amenazante, evidentemente, en ausencia de las implicaciones y secuelas temidas, puede generar como resultado el desvanecimiento del miedo irracional.

Terapia Psicológica: Psicoeducación

Actualmente es bastante conocido que la psicoeducación consiste en formar tanto a la familia como al paciente acerca de cualquier problema de salubridad, en este caso, de los trastornos de ansiedad. Sin embargo, psicoeducar es una tarea mucho más profunda y compleja que impartir instrucciones en torno a la salud mental. Por medio de esta terapia se tiene un abordaje integral del paciente. El propósito es reeducar a los sujetos en cuanto a estilos, hábitos, y experiencias saludables. El especialista de forma progresiva debe generar una perspectiva cognoscitiva y conductual que eventualmente conlleve a la modificación permanente de los comportamientos perjudiciales e inapropiados.

Esta terapia se inicia explicándole al afectado y de ser posible a sus allegados que el sujeto efectivamente padece de un problema de salud “real”, y que el trastorno debe ser atendido oportunamente porque puede tener graves consecuencias en la vida del paciente. En este sentido, muchas familias tienden a ignoran los síntomas y las conductas de los enfermos. Frecuentemente los padres prefieren asumir que son manifestaciones del crecimiento, o episodios insignificantes.

Cabe señalar que en el caso particular de los ataques de pánico, es bastante común que el paciente busque asistencia médica. En este contexto, el sujeto puede presentar toda la sintomatología propia de un infarto (debido a su miedo exacerbado), pero, evidentemente los resultados de ese diagnóstico serán negativos ya que su enfermedad en realidad es un trastorno mental. Ante este escenario, es común que la familia asuma que la persona afectada simplemente es exagerada y que no padece de ninguna enfermedad. En estas circunstancias, el afectado se sentirá realmente confundido y frustrado. Por tal razón, es relevante que en la terapia psicoeducativa todos (paciente- núcleo familiar) manejen información pertinente para contribuir a la recuperación del tratado.

Como se mencionó anteriormente el enfoque se centra en reeducar de forma saludable. Al respecto, se facilitan conocimientos, se comparten experiencias, se evalúan datos y estadísticas, se ponen a prueba ciertos métodos de carácter práctico para reforzar la autonomía y la independencia del sujeto. Entonces, el paciente deberá redescubrir la naturaleza y las relaciones de los estímulos amenazantes, concentrándose en las posibilidades saludables, en los niveles moderados, y en las aproximaciones propias de cada evento. De tal modo, el cometido es que el sujeto reinterprete su realidad, con claras facultades y nuevas habilidades. En tanto, el especialista hará uso de refuerzos positivos que mantengan motivado al individuo. 

Es importante resaltar que para la ejecución de este tratamiento el terapeuta debe tener en consideración el nivel sociocultural del paciente, su patología y su personalidad. Cada caso tendrá una tendencia única y deberá manejarse adaptativamente. Vale señalar que los contenidos psicoeducacionales deben centrarse principalmente en: el alcance y las implicaciones del diagnóstico, la justificación y beneficios de este enfoque terapéutico integral, y la fundamentación de la intervención farmacológica. 

El terapeuta además motivará al sujeto a alcanzar una meta real en un tiempo aproximado. En este sentido, se proyectarán las etapas de forma adaptativa y progresiva (situación actual, sub-metas, trayectoria, objetivo deseado). Otro aspecto importante es que se promueve la autoevaluación, parte de la terapia consiste en que la persona tratada esté atenta a la adecuada aplicación de los conocimientos adquiridos y de las destrezas trabajadas. Un paciente consciente y comprometido favorecerá al rendimiento y rapidez del programa.

Terapias de exposición

La exposición al estímulo ansiógeno es el principal factor de técnicas como: la desensibilización sistemática, la exposición graduada, la inmersión o inundación y la realidad virtual. Cabe señalar que la mayoría de estas terapias han sido científicamente reconocidas por su grado de eficacia en los casos relacionados a las fobias.

El procedimiento regular de estas técnicas de exposición comprende:

  • El sujeto se responsabiliza y compromete a confrontar la situación detonante de su fobia. El paciente asume la condición de exponerse al desencadenante de su aversión el tiempo necesario hasta que la ansiedad se reduzca o desaparezca. Es importante indicar que el individuo no puede dejar la sesión o escapar de la situación durante el tratamiento ya que puede ser contraproducente.
  • Por lo general se inicia motivando al paciente a tener la mayor aproximación ante el elemento ansiógeno. Una vez que el sujeto se expone, empieza un proceso de asimilación de la situación. Cuando el individuo se habitúa al estímulo, el temor irracional empieza a disminuir. Entonces, se insta al paciente (en la medida de lo posible) a que interaccione con el factor fóbico. La sesión se dará por concluida únicamente cuando la ansiedad haya disminuido un 50% o se haya extinguido.

Entre las Terapias por Exposición más populares se encuentran:

  • Exposición en vivo: Consiste en exponerse intencionadamente a los elementos temidos, es una confrontación de la realidad.   
  • Exposición en imaginación: Implica hacer uso de la imaginación para que el paciente se vea a sí mismo afrontando las situaciones ansiógenas. Para lograr esta experiencia el sujeto debe evocar el ambiente tal cual es, las reacciones fisiológicas, y las secuelas temidas. Por ejemplo, rememorar vívidamente un episodio dramático o reproducir pensamientos obsesivos que alteraren el equilibrio del tratado.  
  • Exposición interoceptiva: Como se señaló en anteriores apartados, se basa en exponerse a las sensaciones y reacciones corporales que generan el miedo intenso del paciente. 
  • Exposición mediante herramientas audiovisuales. El terapeuta hace uso de presentaciones, diapositivas, videos, entre otros recursos .Por ejemplo, un sujeto con fobia a los tratamientos odontológicos puede observar un documental de carácter didáctico que le permita conocer el procedimiento y familiarizarse, disminuyendo así su ansiedad.
  • Exposición utilizando el código escritural. Esta terapia se enfoca en que el afectado escriba detalladamente acerca de los estímulos que desencadenan su malestar. Estas anotaciones pueden ser para sí mismo, o para compartir con el terapeuta.
  • Exposición por simulación: Mayormente conocida como ensayo conductual, consiste en el simulacro de circunstancias particulares. Esta terapia por lo general se utiliza para que el paciente enfrente situaciones sociales.  

Hasta ahora, las investigaciones arrojan que la exposición en vivo ha generado mejores resultados en comparación, con la exposición en imágenes. En líneas generales, esta alternativa representa uno de los tratamientos más eficaces puesto que literalmente “nada supera a la realidad”. Por ejemplo, si el paciente teme a las arañas, o a los gatos será bastante sencillo enfrentarlo ante su fobia. No obstante, existen casos tales como: tormentas, truenos, turbulencias en un vuelo, que no están al alcance del especialista, y por tanto, se deberán trabajar con imágenes o sonidos. Es importante acotar que, cuando se trata de fobias severas, lo regular es que se adiestre al paciente en primera instancia haciendo uso de imágenes, y posteriormente, es que se exponga ante su miedo intenso. 

Con relación al tiempo de duración, se recomienda trabajar con una exposición extendida para que el paciente interprete con sosiego las reacciones que experimenta y las procese sin agitaciones. Algunas sesiones pueden estar comprendidas entre 1 y 3 horas. Es importante señalar que la exposición debe ser repetitiva y prolongada con la finalidad de obtener resultados óptimos. De igual manera, se recomienda que el terapeuta planifique estratégicamente las exposiciones y que facilite información y datos básicos para que el afectado comprenda la finalidad de la terapia.

La Desensibilización Sistemática 

La Desensibilización Sistemática, es una aproximación gradual al estímulo incapacitante de la persona afectada. Se basa en la premisa teórica del “contracondicionamiento”, la cual refiere que los factores ansiógenos se pueden moderar por medio de respuestas contradictorias o incompatibles al temor irracional, regularmente éstas respuestas se asocian a la relajación y al alivio.

Para la técnica de la desensibilización sistemática se puede hacer uso de diversas estrategias coadyuvantes. De tal modo, en ocasiones se emplean diferentes imágenes relacionadas al desencadenante de la angustia severa. El manejo de estas representaciones visuales contribuirá a disminuir el comportamiento de aversión y rechazo del paciente, al tiempo en que fomentará una apreciación positiva hacia el estímulo que produce temor. También se emplean prácticas de relajación de acuerdo a las recomendaciones del especialista.  

En líneas generales el paciente pasa por varias etapas. Para iniciar, el afectado y el terapeuta deben crear cuidadosamente una jerarquía de temores intensos, a partir de esta evaluación se procederá a diseñar un plan de trabajo en el que gradualmente se presenten cada una de las situaciones ansiógenas. A medida que se superen los miedos se irá avanzando hasta que el paciente esté libre de estos condicionamientos.

En esta terapia se sugiere que el individuo se enfoque primero en dominar la situación perturbadora con su mente (utilizando su imaginación). Una vez que se encuentre en control y sienta serenidad con relación a estos pensamientos se recomienda pasar a la exposición directa. (No es una condición obligatoria).

Se expone al sujeto de forma real o imaginaria al factor fóbico. En este sentido, la duración de la exposición y la periodicidad resultan claves fundamentales para confrontar la angustia (A mayor repetición, mejor rendimiento). La experiencia frecuente ante las representaciones simbólicas (imágenes), o, la confrontación de la realidad (directo), permitirán que el sujeto deje de percibir los estímulos o circunstancias desde la ansiedad y el malestar. La repetición de exposición reforzará su confianza. Por ejemplo, si una persona teme volar, puede comenzar viendo imágenes relacionadas, luego puede visualizarse en el vuelo, posteriormente, debería ir al aeropuerto y conocer su dinámica, si está en su posibilidad puede incluso conversar con algún piloto, hasta que finalmente haga su viaje. 

Escenificación Emotiva

Esta técnica se puede presentar como una variante de la desensibilización sistemática, con la finalidad de poder ser aplicada a niños. La escenificación emotiva se sirve de actividades lúdicas y dinámicas, tales como divertidos relatos y otras modalidades para que los más pequeños aprendan a canalizar sanamente sus sensaciones, reacciones y conductas. Debido a que las experiencias lúdicas son positivas, motivadoras y gozan de gran aceptación, resultan instrumentalmente prácticas.  

A través de juegos y divertidas propuestas el terapeuta confrontará al niño a los factores ansiógenos que le perturban. Dicha terapia comprende las siguientes fases:

  • la exposición del infante
  • la reestructuración de los comportamientos
  • el manejo de un sistema de refuerzo social
  • y la gratificación por medio de recompensas materiales cuando se logren los cometidos

En conjunto, el especialista y el niño deberán crear una jerarquía de miedos a fin de trabajar en base a ella.

Para crear el contexto lúdico, se le pide al infante que escoja a un superhéroe, a una figura que le inspire gran valor y admiración. Durante las sesiones se trabajará en base a este personaje y a una entretenida historia que sirve como medio para la terapia. Los roles se adjudicarán convenientemente. El terapeuta impulsará y promoverá conductas valientes y heroicas en los personajes del relato.  

A medida que avancen en el juego el especialista introducirá los factores temidos como parte de la experiencia. En tanto, las reacciones y las conductas de aproximación positiva que presente el infante serán recompensadas tanto en lo material, como en lo social (elogios). Cabe decir, que sólo se determinará como superado un estímulo fóbico cuando el niño deje de manifestar signos ansiedad durante varios ensayos. Es de destacar que el juego facilita la participación y el nivel de compromiso en las terapias.

En cuanto al número de encuentros, éste se determinará en función de la severidad del trastorno. La duración promedio gira alrededor de 30 a 45 minutos, con una periodicidad de dos o tres sesiones a la semana. De igual modo, se suministran instrucciones y tareas a los progenitores para que afiancen en el hogar los comportamientos aprendidos.

La exposición por medio de la realidad virtual

Este tipo de exposición se ha convertido en una tendencia alternativa a las técnicas de exposición en vivo. La realidad virtual tiene el propósito de proveer una experiencia tecnológica avanzada lo más semejante al ambiente natural. En el este sentido, el paciente no es un simple espectador, el entorno virtual ha sido diseñado para que el individuo interactúe (estímulos táctiles). La idea es suscitar sensaciones y emociones parecidas a las que se viven en los episodios reales. La exposición por medio de la realidad virtual resulta ventajosa en cuanto a que permite al especialista reconstruir cualquier tipo de contexto o circunstancia, además esta técnica garantiza mayor privacidad y confidencialidad para el paciente. No obstante, ninguna representación virtual podrá sustituir del todo la exposición en vivo, de igual modo, la tecnología necesaria para esta modalidad resulta realmente costosa y por tanto no está al alcance de la mayoría de enfermos.

Terapia de Inmersión

Siguiendo los métodos de exposición, la inmersión también busca la eliminación de las conductas de evitación y se enfoca en la adquisición de un comportamiento de aproximación y afrontamiento de los elementos fobógenos. Aquí, la exposición es directa. Igualmente, se emplean estrategias de control cognitivo a fin de que los sujetos estén en la facultad de cambiar las respuestas y reacciones frente a los estímulos que generan su malestar. Esta terapia consiste en motivar al paciente a recordar vivencias y situaciones que hayan representado un trauma en la infancia, o inclusive, durante la estadía en el vientre materno, es decir, hechos que quedaron registrados en el inconsciente, repercutiendo frecuentemente en las acciones diarias del individuo.

Tratamiento para manejar los trastornos de Ansiedad

Usualmente la ansiedad se trata a través de una combinación de medicación, con alguna terapia. Cabe decir que los métodos dependerán de la gravedad del problema y de la preferencia del paciente. En cuanto a la medicación es importante destacar que esta no curará la enfermedad, la prescripción ayudará a controlar los síntomas y malestares en tanto que el sujeto recibe la terapia apropiada según sea su trastorno. 

Los principales medicamentos usados en este caso son: antidepresivos, ansiolíticos, y bloqueadores beta para contrarrestar algunos de los síntomas somáticos.

Los antidepresivos (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina): Aunque su principal función está relacionada a la depresión también resultan favorables para los trastornos de ansiedad. Estos medicamentos modifican los niveles de serotonina, un neurotransmisor que contribuye a la interacción entre las neuronas. De este modo, incidirá en mejorar los estados anímicos del paciente. Normalmente, toma entre 4 a 6 semanas para que el individuo presente mejorías en su condición. Entre algunos inhibidores selectivos cabe mencionar:

  • Caso: Fobia social. Tratamiento: La Paroxetina (Seroxat, Paxil).
  • Caso: Trastorno de pánico. Tratamiento: Citalopram (Celexa) y el Escitalopram (Cipralex)/  Tricíclicos: imipramina (Tofranil).
  • Caso: Ansiedad generalizada. Tratamiento: Venlafaxina (Effexor).

Tranquilizantes: Las benzodiazepinas favorecen a disminuir los síntomas de ansiedad y producen pocos efectos secundarios. Hasta ahora, la secuela más conocida es la somnolencia. Los individuos han de ser vigilados sigilosamente ya que estos sedantes pueden ser adictivos. Vale mencionar:

  • Caso: Fobia social. Tratamiento: Clonazepam (Klonopin)
  • Caso: Ansiedad generalizada. Tratamiento: Alprazolam (Niravam), Lorazepam (Ativan). 
  • Caso: Trastorno de pánico. Tratamiento: Lorazepam (Ativan), Alprazolam (Xanax).

Bloqueadores beta: Estos medicamentos se utilizan principalmente para tratar enfermedades cardiacas. Los betabloqueantes, como el Propranolol (Inderal) contribuyen a controlar y disminuir ciertas manifestaciones fisiológicas tales como: temblores, voz nerviosa, palpitaciones, sudoración, miedo escénico, entre otros. 

 

Tipos de fobia: agorafobia, fobia social y otras fobias


Autor: © PSIGUIDE