En la actualidad, divorciarse es una actividad tan frecuente que algunos sociólogos han concluido que podría tratarse de un modismo característico de esta época contemporánea. Lo cierto es que la mayoría de las parejas no evalúan las múltiples consecuencias que el divorcio trae consigo, tanto para ellos como para los hijos,-si los hay-.
Lo primero que hay que considerar es que a nivel psicológico el divorcio es un proceso que puede durar meses, años, y en ocasiones toda la vida, afectando durante ese tiempo la estabilidad emocional de las personas involucradas, y que a su vez, está originada por desequilibrios durante el matrimonio que van intensificándose a través del tiempo si la pareja no busca ayuda profesional.
Es importante mencionar que cada divorcio contiene características diferentes que dependen de las personalidades de los individuos involucrados en el mismo. En sus distintas facetas, el divorcio es tanto una vivencia emocional, como un acto jurídico regulado por leyes que conlleva a cambios importantes como un nuevo domicilio.
Aunque parezca incongruente, el divorcio tiene facetas enriquecedoras y positivas: pretende ser en ocasiones la solución a una vida de pareja insatisfactoria, permite aprender nuevos modos de relación (con hijos, excónyuge y posibles nuevas parejas), se libera a los hijos de vivir en un clima de tensión en el hogar, es una nueva oportunidad para ser mejores acompañantes, y lo más importante, las decisiones prioritarias que toman los padres están relacionadas con el bienestar de los hijos.
Sin embargo, la sociedad ha aprendido que el divorcio representa un fracaso, en algunos países incluso existen normativas en las que no se permiten la posibilidad de divorciarse, esto junto con la religión muchas veces es la causante de la infelicidad en algunos hogares, obligando al individuo a soportar situaciones que pueden desencadenar en rencor, odio, neurotización del grupo familiar, y en algunos casos graves cuadros psicóticos.
Nivel Personal
Autoestima afectada, la persona se siente fracasada y culpable por no haber podido rescatar la relación, calificándose como incompetente. El entorno tiende a hacer sentir culpable al individuo explicándole las cosas que debía haber hecho y esto afecta en mayor medida su autoestima.
Identidad personal afligida, si para la persona el rol de esposa o esposo eran de suma importancia y se identificaban con ellos, al perderlos, sienten que se despojan de una parte importante de su personalidad, por ende, cambia la forma de ver el mundo, el individuo tiende a tener pensamientos negativos, extremistas, rígidos y depresivos, esto trae como consecuencia una visión difusa del presente y del futuro.
Nivel Emocional:
Sea cual sea el motivo del divorcio, es natural que la persona experimente sentimientos intensos, que tienden a cambiar constantemente; entre las emociones más frecuentes se encuentran: la tristeza o depresión por pérdidas de sueños, expectativas y amigos, enojo con uno mismo y con la ex – pareja, culpa, deseos de venganza, alivio, confusión, ambivalencia, temor al futuro, inseguridad a una nueva vida, miedo a la soledad y remordimiento.
Nivel Familiar:
La familia cercana se afecta en mayor o menor medida, principalmente los hijos, y se originan ciertas complicaciones: reacciones agresivas contra los padres, depresiones, bajo rendimiento escolar y problema de conducta. Con respecto a la familia política, esta relación puede terminarse o cambiar por los siguientes motivos: ausencia del apoyo e interferencias en las decisiones relacionadas con los hijos.
Edad de la pareja
Este es un factor importante a considerar para analizar el divorcio, la proyección emocional depende muchas veces de la edad que tienen los integrantes del matrimonio. Cuando la pareja es joven para el momento de la separación, por lo general, logran proyectarse positivamente ante la vida y con menores consecuencias traumáticas. Sin embargo, el problema se presenta cuando uno de los integrantes es de edad avanzada o tiene alguna incapacidad física porque se siente desprovisto para una nueva batalla. Por esta razón, es común que las parejas que tengan una marcada diferencia de edad, confronten más dificultades para consolidar la separación en mutuo acuerdo, por lo general, el de mayor edad tratará de evitar la ruptura.
Edad de los hijos
Otro de los factores importantes a evaluar es la edad de los hijos, éstas determinarán el impacto que produce en el menor de edad, y se categorizará de la siguiente manera:
Pre-Escolar: a esta edad, el niño siente total dependencia física y psíquica de sus padres, lo que aumenta el temor al abandono, tienden a generar comportamientos regresivos, sentimientos de culpa, trastornos de sueño, irritabilidad, llantos, agresividad e inhibición durante los juegos. Esta es la etapa en la que el niño está formando su personalidad, así que el divorcio a esta edad suele dejar huellas imborrables que serán responsables de su conducta en el futuro.
7-8 años: esta es la edad en la que se sufre mayor impacto, porque la dependencia de sus padres ha aumentado, desde el punto de vista afectivo, biológico e incluso económico. Se generarán cuadros depresivos, no podrán concentrarse en la escuela, algunos se aislaran, esperarán ansiosamente el regreso del padre o la madre, anhelarán una reconciliación y culparan a una de las partes por la ausencia del otro.
9-12 años: Esta es la etapa en la que generalmente los niños escogen con quien quieren quedarse, baja el rendimiento escolar, están pendientes de la vida sexual del padre o de la madre, prevalecen en ellos la sensación de pérdida, rechazo, culpa, y es la edad en la que se han observado con mayor frecuencia conflictos con los padres.
Adolescencia: esta etapa tiende a ser impredecible, para algunos jóvenes puede representar algo perturbador, porque necesitan de una estructura familiar consolidada para ayudarlo a manejar sus impulsos agresivos y sexuales que se experimentan a esa edad. Pueden aparecer ciertos trastornos como: escape de la familia, angustia que se maneja con cuadros conversivo disociativos, y depresiones (que en algunos casos pueden llevar al suicidio).
Así como también, el joven por estar en la etapa de maduración puede comprender mejor a sus padres siendo profundamente crítico con ellos, incluso algunos comenzarán a tomar roles de mayor responsabilidad en casa y esto contribuirá a la pronta madurez. Sin embargo, en el caso de que uno de los padres comience a formar rápidamente una nueva familia, generará otras consecuencias, debido a que el hijo de un primer matrimonio a primera instancia no se siente miembro pleno de una nueva familia, esto desencadena inseguridad y diferencias con la nueva pareja o dificultades para adaptarse a nuevas costumbres, sienten una pérdida de identidad con el padre o la madre y esto les genera confusión, celos y nuevas angustias que podrían manifestarse en conductas agresivas o de retraimiento.
Lo primero es explicarle con tiempo a los hijos la decisión de separarse, algunas personas comienzan a hablarles antes de que la ruptura sea un hecho legal, es recomendable darles cierto tiempo de preparación y comentarlo dos semanas antes de que se produzcan los primeros cambios en su vida.
Los padres deberán de tratar de adaptar las palabras a la edad de sus hijos, se debe tomar en consideración que ningún niño es demasiado pequeño para entender que sus padres se van a separar y por ende, ya no van a vivir juntos. Si son dos o más hijos lo más recomendable es conversarlo en una charla privada con cada uno, lo importante es que ambos padres se encuentren presentes. Deben darles a los hijos la oportunidad de hacerles preguntas, la pareja estará en la obligación de responder con total honestidad.
En segundo lugar, deben prestar atención en todo momento a los sentimientos que manifiesten los hijos. Estos tienden a mezclarse y generar confusiones. Los niños rara vez entienden lo que sienten, así que necesitan que los ayuden a expresarse adecuadamente, nunca de un modo destructivo o negativo. Sin embargo, lo importante es que logren expresarse, en caso de que el niño se enfade y grite, está presentando de forma natural un paso importante para superar la separación, de lo contrario, los sentimientos que no se expresan generan serias dificultades.
Los padres deben evitar de darles a los hijos detalles de la ruptura, solo comentar lo esencial, y dejar en claro que ellos no tienen la culpa de la separación, en este sentido, deben proceder a explicarles de qué manera se van a organizar a partir del divorcio, comunicándoles a su vez todas las decisiones para generar seguridad en ellos, los padres deben informarles quien va a mudarse de la casa y a donde se va a mudar, con quien van a vivir y de qué manera van a mantener el contacto con el que se vaya.
Se debe intentar minimizar el impacto del procedimiento legal sobre los hijos, por ende, deben mantenerlos al margen de los conflictos y el proceso judicial, los padres deben anteponer las necesidades de éstos a todas las negociaciones económicas. Lo importante es que se piense primeramente en el bienestar del hijo o de los hijos.
Será necesario pedir ayuda a un profesional como un orientador o un psicólogo, debido a que después del divorcio es normal que los miembros de la pareja sufran dificultades en el plano emocional, sería recomendable encontrar la mediación familiar, la psicoterapia familiar o la psicoterapia individual.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que el divorcio es un proceso que no culmina cuando se firman los papeles, sino al recuperarse emocionalmente de la ruptura, cuando la persona deja de sufrir y deja de asumir el divorcio como un fracaso, el divorcio culmina cuando las partes deciden ver hacia adelante y continuar con una vida próspera asumiendo la experiencia del anterior matrimonio como una enseñanza.
El Shock
Esta etapa ataca en mayor o menor medida cuando es uno de los miembros de la relación el que quiere el divorcio, mientras la otra parte no se lo espera a pesar de vivir en una relación de constantes conflictos. En estos casos, la mente actúa como protectora e insensibiliza a la persona para prepararla ante el dolor de la ruptura. Dependiendo del caso, esta etapa puede durar horas, días y en ocasiones semanas.
La Negación
En esta etapa la persona comienza a tomar consciencia de la situación y la actitud natural y automática es restarle importancia, ignorarla, tratar de negarla. Es la mente la que evita que entres en un proceso de depresión y comienza a generar argumentos como “Seguro se le va a pasar”, “Probablemente es una advertencia para asustarme”. La consecuencia de esta etapa es el insomnio, la mala memoria, falta de concentración, alteración de hábitos alimenticios. No hay un estándar de duración para esta etapa pero va culminando cuando la persona comienza a asumir que el divorcio es algo real y está próximo a ser definitivo.
El Caos Emocional
Ya una vez aceptado el hecho de que el matrimonio se terminó, la persona comienza a tomar consciencia de todo lo que acarrea esta situación, iniciará reconociendo la pérdida de una relación, de los sueños en conjunto, de los momentos compartidos, entrando en un estado de nostalgia, luego procederá a pensar en los cambios inmediatos: económicamente, socialmente y familiarmente.
En esta etapa la persona experimenta emociones intensas que tienden a durar días o semanas, y cambian rápidamente entre ellas, la persona siente coraje, ira, tristeza, depresión, miedo, angustia, culpa y vergüenza, todo a causa de un futuro desconocido, los problemas que ahora tendrá que resolver, la soledad, el rechazo, la crítica de la gente, entre otros. Alegría sentirá cuando se dé cuenta que culminaron los gritos y conflictos dentro de su hogar.
La Aceptación Intelectual
Esta es la etapa de las explicaciones y justificaciones, la persona comenzará a estructurar su mundo, sin embargo aún se sentirá afligida por la situación. Lo cierto es que el individuo tendrá emociones menos intensas y aumentarán los periodos de tranquilidad y bienestar, y es el momento de tomar decisiones con prudencia, el individuo debe tener en cuenta que las decisiones emocionales pueden generar malos resultados.
Es importante dejar claro que las emociones y los pensamientos no siempre se dirigen hacia la misma dirección, esta es la típica incongruencia de “la cabeza dice una cosa pero el corazón dice todo lo contrario”, aun así, esta etapa representa un avance corto pero significativo para el individuo.
La Recuperación
Esta es la etapa final, y llega cuando la persona:
El momento de plantearse buscar la ayuda de un experto es cuando se comienza a observar un desequilibrio en la relación, es recomendable hacerlo lo más pronto posible antes de sentir que no se aguanta más o no se observa una salida debido a que el error más común es acudir cuando ya no hay solución. Es pertinente mencionar que la terapia de pareja es una actividad de dos, aunque uno sea el interesado, el otro debe estar en la disposición de ayudar.
Por una parte, la terapia de pareja cognitiva-conductual se aplica en las parejas con una relación infeliz y llena de sufrimiento para una o ambas partes, durante esta terapia se deben examinar:
- Las personalidades, metas y vivencias individuales.
- El comportamiento y la evolución de la relación entre los participantes durante el tratamiento.
Por lo general, la insatisfacción de la pareja se debe al déficit de comunicación entre ellas, por esa razón el objetivo principal de esta terapia es identificar las conductas que generan problemas dentro de la relación, determinar la forma en la que estas conductas se manifiestan y así diseñar un programa estratégico de tratamiento para la pareja.
El terapeuta está en la obligación de enseñar a escuchar activamente a los miembros de la relación, llevándolos a comprender el punto de vista del otro aunque no se comparta, así como de mostrarles la forma de hacer peticiones directas, expresar sentimientos positivos y negativos sin necesidad de herir a la otra parte.
Se utiliza la instrucción, el modelado, el ensayo de conducta, las tareas para la casa y la retroalimentación positiva para la enseñanza de habilidades comunicaciones que aporten soluciones a los problemas. Para la dirección de la terapia de pareja el terapeuta debe:
El terapeuta debe tener un repertorio de técnicas destinadas a solventar un desequilibrio en la pareja. En este caso para la reestructuración cognitiva se recomienda: el diálogo socrático, cuyo objetivo será el de enseñarles a los pacientes a utilizar la metacomunicación con fines positivos, para alejar a la pareja de las actitudes violentas y llevarlos a encontrar la manera de decir mejor las cosas.
Un terapeuta eficaz está en el deber de enseñar técnicas que permitan el contacto de miradas, para avivar esa sensación que tuvieron de jóvenes, al comenzar la relación, que inconscientemente y con el tiempo se van perdiendo. El terapeuta lidia con el dolor, y si no se relaciona con esa realidad social con las técnicas adecuadas, bajos serán los resultados positivos de la gente que asiste a consulta.
Por tratarse de una terapia activo-directiva los cambios requieren de un compromiso, en este caso para la evolución es necesario que los pacientes además de asistir a las sesiones, tomen la decisión de cambiar su modo de vida dentro y fuera del consultorio. Este realmente es el momento en el que comienzan a producirse oficialmente los cambios positivos en la pareja hasta que finalmente mejoren su calidad de vida.
Psicólogos de México expertos en divorcios