Psicólogos y psicoterapeutas de México expertos en problemas de violencia e ira, llenan sus consultorios psicológicos con numerosos casos cada año. Según nos informan tratar este problema no es fácil, y nos indican que cuanto antes se empiece será más fácil alcanzar un equilibrio psico-emocional en el paciente que ayude a detener numerosos actos de violencia.
La naturaleza del ser humano, sin duda alguna, sigue siendo uno de los temas de estudio más retadores e indispensables. Cada vez se hace más común escuchar sobre problemas de ira, violencia de género o agresión entre pares, violencia en el hogar, violencia intrafamiliar, violencia psicológica, bullying, mobbing, atentados terroristas e irracionales guerras. Durante décadas, etólogos, juristas, psiquiatras y psicólogos han conjugado sus esfuerzos en aras de alcanzar una comprensión profunda de aquellos comportamientos que intimidan, amenazan y dañan a la humanidad.
Ahora bien ¿Qué es la Agresividad? Se entiende por Agresividad una disposición o tendencia inicial, relativamente persistente, que tiene como propósito defenderse, afirmarse o posicionarse ante alguna persona, situación u objeto. En otras palabras, consiste en una inclinación a comportarse de forma dañina intencionalmente. A diferencia de la agresión, que constituye el acto en sí, (una conducta externamente observable); no en vano, diferentes estudiosos se sirven de la siguiente analogía: la Agresividad es a la Agresión, lo que la disposición es al acto.
Es de expresar que la palabra Agresión proviene del latín aggredi, ad (dirigido a) y gradior (caminar), lo que significa "moverse con intención de dañar". En dicha conducta existe un claro objetivo de perjudicar y afectar a otro individuo que intenta evitar tal maltrato. Es de precisar que la Agresión se puede realizar por medio de insultos, ofensas, omisiones, vejaciones, improperios, humillaciones, golpes, lesiones, violaciones, entre otros.
De esta manera, se puede afirmar que este comportamiento se presenta cuando se generan actos deliberados de naturaleza física, verbal, gestual y/o actitudinal, mediante los cuales un sujeto produce un conflicto, lastima, vulnera o crea malestar en otro individuo. Lo central aquí es el propósito de afectar, afligir y perturbar, quedando totalmente excluida la definición de daño accidental.
Los términos agresividad y violencia no tienen el mismo significado. Como se explicó anteriormente, las conductas agresivas pueden aparecer en situaciones de supervivencia. Conviene entonces decir que la cultura y la formación adecuada del hombre contribuyen a controlar tal agresividad. En este caso, la orientación de los padres, profesores e incluso el tratamiento de los contenidos exhibidos en los medios de comunicación social resultan de vital importancia.
Pues bien, la violencia es diferente a la Agresividad ya que persigue obtener control y poder. En esta conducta, el agresor inicia su acción desde la superioridad, la autoridad, “el dominio”. Su cometido es el poderío y el control absoluto de la víctima. De acuerdo a diferentes investigadores la utilización de la violencia implica quebrar la voluntad del agredido. Se puede afirmar que ésta es una tendencia meramente ofensiva, en contra de la integridad y el bienestar del ser humano.
Es de señalar que cuando existe Agresividad entre dos o más personas, ésta se presenta en circularidad. No hay sometimiento, existe simetría, es decir, igualdad entre los implicados. Contrariamente, la conducta violenta, es asimétrica. La idea es someter a una persona con menor poder, lo que se quiere es afectar o herir a alguien que por alguna razón está en posición inferior. Cabe resaltar que cuando se ejerce la violencia, existe una técnica de dominación por medio de la cual se “anula” al sujeto en desventaja, ya que en el agresor existen ansias desmedidas de control. Entonces, se puede decir que la violencia es una forma extrema de agresión, en la que existe premeditación, crueldad, villanía y en ocasiones una aplicación excesiva de fuerza.
Según los especialistas la violencia es, sin lugar a dudas, el más grande obstáculo que ha existido para la completa autorrealización de la humanidad. Se debe recordar que desde 1996, con la declaración de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra la violencia comienza a considerarse como uno de los principales problemas en todo el mundo. En la actualidad, dichos comportamientos adquieren dimensiones insospechadas e incluso abrumadoras debido al ímpetu, la intensidad, el grado de perversión, y la malignidad de los actos.
Estudios acerca de la conducta, han revelado que los sustratos neurobiológicos de la agresividad se encuentran, por una parte, a nivel de la amígdala y del hipocampo en el sistema límbico y, por otra, a nivel del hipotálamo lateral. Hoy por hoy, conocer la incidencia de los factores neurobiológicos y las hormonas en el funcionamiento de las conductas permite alcanzar mejores diagnósticos y optimizar el tratamiento y la prevención de ciertos trastornos. Al respecto, variadas investigaciones han descubierto que la dopamina, la noradrenalina y la serotonina son los neurotransmisores más relevantes en la regulación de los comportamientos agresivos.
En cuanto a la serotonina, se considera como un inhibidor de la mayoría de las formas de agresión. El aumento de la actividad serotoninérgica reduce la impulsividad, mientras que, por el contrario, la disminución de la misma aumenta la frecuencia de las reacciones agresivas, especialmente, las de tipo impulsivo.
La noradrenalina o norepinefrina agente químico excitatorio, adquiere funciones de neurotransmisor al ser empleado para controlar el estado del sueño y la vigilia. En este orden de ideas, se han hecho evaluaciones y pruebas en las que se disminuye la actividad noradenérgica con clonidina, y al mismo tiempo se reducen las conductas agresivas.
Con relación al sistema dopaminérgico está encargado de modular las respuestas al medio ambiente y, por tanto, se relaciona profundamente con la agresividad. En concreto, actúa mediando los efectos reforzantes y psicomotores de los sistemas opioides.
Es de agregar que, existe una interesante presunción en cuanto al papel de las hormonas en la regulación de la agresividad. En este sentido, hay una relación recíproca y bidireccional entre hormonas y agresión, es decir, que un cambio en los niveles de hormonas provoca conductas agresivas, al tiempo en que, las conductas agresivas pueden provocar un cambio considerable en los niveles de hormonas.
Por otro lado, es oportuno indicar que también se han estado realizando análisis acerca del impacto de la testosterona en el comportamiento. Hasta ahora, se ha manifestado que el incremento en la testosterona aumenta el nivel de conductas agresivas, lo cual se puede apreciar claramente en los actos irreverentes de los jóvenes en etapa de desarrollo.
La Society for Neuroscience en su 37 encuentro presentó un estudio realizado por el reconocido científico y físico, Guido Frank, quien evaluó la actividad neuronal de un grupo de adolescentes calificados como “reactivamente agresivos”, pero que no tenían ningún trastorno de personalidad. Su investigación demostró que las personas más violentas presentan una mayor actividad en la amígdala (una parte del cerebro que se relaciona con el miedo) y una menor actividad en el lóbulo frontal (región cerebral vinculada a la capacidad de razonamiento, toma de decisiones, auto-control). La actividad en la amígdala reflejó que los participantes más agresivos sentían más miedo y eran los menos capaces de controlar sus propios actos.
Otro importante hallazgo por mencionar, son los estudios de Adrian Raine, neurocientífico de la Universidad de Pensilvania, quien llevó a cabo una investigación con 792 asesinos e individuos con un comportamiento antisocial, y con 704 personas de comportamiento normalizado. Raine concluyó que el área de la corteza prefrontal se encuentra disminuida en los asesinos, mientras que en el resto de las personas su tamaño es mayor.
Diferentes científicos señalan que aún se desconoce cómo se producen estas anomalías cerebrales. Si bien es cierto que la genética condiciona en gran medida la estructura cerebral, también es justo acotar que existe un fuerte impacto del entorno y la familia en cuanto a la generación de las conductas agresivas. En este sentido, se aprecia claramente que la respuesta agresiva no se desencadena automáticamente, sino que también está influida por elementos cognitivos, afectivos y socioculturales, por tanto, la evaluación de estos aspectos se hace necesaria para comprender plenamente la naturaleza de dichos comportamientos.
Durante muchas décadas se ha estudiado la conducta agresiva sin llegar a un acuerdo irrefutable sobre si la agresión es un fenómeno innato, instintivo o es un comportamiento aprendido. No obstante, la mayoría de las investigaciones apuntan a que los entornos sociales inmediatos tienen grandes repercusiones en el aprendizaje y en la conducta.
¿Cuándo aparecen los comportamientos agresivos? Estas conductas aparecen naturalmente en edades tempranas y van desapareciendo mediante el proceso de integración y socialización, en el que se desestiman este tipo de actos y se estimulan valores en pro de la convivencia armónica. De esta manera, los padres, madres y cuidadores son quienes van regulando y controlando las conductas agresivas en los más pequeños.
Un punto importante que se debe acotar, es que por lo general los padres promueven una predisposición más agresiva en los niños, que en las niñas. En la mayoría de los casos, el comportamiento aceptado para los adolescentes hombres incluye más agresión, respecto a las adolescentes mujeres. Pareciera que socialmente es permitido y alentado conductas agresivas en el caso de los varones.
Bien decía Ángela Marulanda que los padres les enseñan a sus hijos la forma de proceder en la vida, es decir, la guía parental, es una motivación insustituible para formar a los infantes sobre cómo obrar bien o la justificación para obrar mal. En este sentido, un pasado lleno de agresiones o de comportamientos impulsivos apunta fuertemente hacia una violencia futura. En otras palabras, un entorno doméstico brutal, abusos o negligencias en el cuidado del niño tendrán notorias consecuencias en su crecimiento.
Para la correcta adaptación de los infantes a la vida, es necesario que se encuentren en el seno de una familia que promueva un sistema de valores prosociales y normas de conducta, en la que los miembros se brinden afecto, apoyo y solidaridad. Es importante recordar que en los niños, la observación e imitación se da a través de modelos a seguir, como por ejemplo: los padres, los maestros, los amigos y hasta los personajes de la televisión y el cine.
El hogar constituye así, el lugar en el que los más pequeños aprenden a comportarse consigo mismos y con los demás. De esta manera, papá y mamá resultan figuras determinantes para el desarrollo de una sana identidad y la formación de una persona segura y tolerante. Lamentablemente, hoy por hoy se ha hecho más frecuente la presencia de familias monoparentales, reconstituidas y disfuncionales (aquellas que no permiten la realización de sus individuos).
En muchas ocasiones, la agresividad, resulta ser una de las formas de conducta que se aprenden en el hogar y en la que las relaciones familiares contribuyen o no, a su generación y mantenimiento. Cuando los padres permiten conductas agresivas en sus hijos, promueven que éstos se conviertan en adultos con serios problemas de interrelación. De esta forma, un padre excesivamente permisivo, o uno, hostil, puede llegar a fomentar comportamientos realmente dañinos. Es así como un hogar disfuncional, conflictos familiares, abandono, negligencia y ausencia de disciplina, son algunos de los factores con mayor incidencia en el aprendizaje infantil.
Conviene precisar que los tipos de actos considerados como parte de la violencia intrafamiliar son: golpes o incidentes graves, insultos, amenazas, chantajes, abuso sexual, aislamiento, abandono afectivo, humillación, intimidación, descalificación o intento de control.
Los medios de comunicación masiva (prensa, revistas, radio, televisión, cine, e internet) tienen los propósitos de: informar, educar, o entretener. Estos, ejercen gran incidencia en la configuración de las ideas que tienen las personas de sí mismas y del mundo. Los massmedia permiten acceder a la información cotidiana, a los saberes socialmente significativos y ayudan a conocer mejor la realidad social. Se puede afirmar que son un poderoso instrumento de socialización ya que contribuyen a formar los sentimientos, las creencias, e incluso la memoria del imaginario colectivo.
Respecto a este punto, numerosas investigaciones afirman que la exposición a la violencia en medios de comunicación puede ser una de las causas más importantes de la agresión humana. Y es que, en la actualidad la pantalla chica juega un rol determinante en la socialización de los niños y en su percepción de la vida.
Al transmitir representaciones audiovisuales de actos perversos y de marcada agresión física, los medios, especialmente, la televisión, se convierten en peligrosos agentes. Cabe decir que a través de los modelos simbólicos que aparecen en la pantalla chica, los niños generan nuevos comportamientos, cobrando especial relevancia las conductas nocivas, ejemplo, si hay personajes que tienen tendencias a la agresión, los infantes podrían imitarlos asumiendo que es parte de un proceso natural y aceptable.
Estudios de la Universidad de Stanford en Estados Unidos, han demostrado que la televisión ocupa el segundo lugar en el tiempo que invierten los niños y niñas, después de la escuela, tomando como promedio 4 horas diarias de su atención. Si bien es cierto que, estas horas le restan tiempo para realizar otras actividades importantes como: la lectura, el trabajo escolar, la interacción con la familia o el desarrollo social, desde el punto de vista cognitivo los niños pudieran aprender de los contenidos “educativos” dirigidos especialmente para el desarrollo de la teleaudiencia infantil. Tal es el caso de programas como: Plaza Sésamo, Velozmente, Pocoyó, ArtAtack, ¿Cómo Se Hace? (“How it’s made”), entre otros.
No obstante, el problema reside en la exposición continua y poco supervisada a contenidos violentos en este medio de comunicación. En este orden de ideas, es relevante explicar que cuando un personaje televisivo, considerado el “héroe-bueno” vence al “villano- malo”, mediante conductas violentas, la agresividad de los niños se desinhibe. Pareciera que televisión educa a las nuevas generaciones alentando a lo cruel y lo brutal. La violencia que aparece en la pantalla, resulta como habitual y socialmente aceptable, por tanto, no es de sorprender que los más pequeños tiendan a imitar los comportamientos antes descritos, esto, partiendo de un aprendizaje observacional, y de poca orientación por parte de los adultos.
En síntesis, los principales efectos de la violencia en la televisión son, por un lado, el aprendizaje de conductas agresivas (efecto de imitación), y por el otro, la desensibilización ante la violencia (cuantas más imágenes violentas vea, menos sensibilidad tendrá).
Ciertamente la televisión no es la única fuente de violencia que existe, sin embargo, es una fuente poderosa que no se debe tomar a la ligera. Es evidente que, crear un ambiente violento en los medios de comunicación tiene consecuencias importantes en la formación de la sociedad actual.
A continuación se presentarán las principales clasificaciones de la agresividad:
Agresión Física: corresponde al ataque de un individuo a otro haciendo uso de armas o elementos que causen daños corporales. Esto se logra únicamente mediante acciones físicas.
Agresión Verbal: incluye cualquier respuesta oral que cause efectos nocivos en otra persona, se logra mediante insultos, descalificaciones, amenazas, rechazos o burlas.
Agresión Social: consiste en el daño al autoestima de un individuo o un grupo, puede hacerse de forma verbal y no verbal, directa e indirecta.
De acuerdo con la motivación del agresor se subdivide en:
Agresión Hostil: este tipo de agresión tiene como objetivo causar daños sin la búsqueda de algún beneficio. El simple hecho de hacer sufrir a otra persona es la satisfacción del agresor.
Agresión Instrumental: se presenta cuando el objetivo es ganar ventaja sobre la víctima, una recompensa material o vinculada con el estatus del agresor.
Agresión emocional: como lo indica su nombre, naturalmente emocional, originada por un efecto negativo interno en el agresor que genera la sensación de ira.
Agresión Predatoria: ocurre cuando aparece un blanco fácil.
Agresión inducida por el miedo: sucede cuando el individuo no tiene posibilidad de escapar.
Agresión maternal: sucede cuando hay un factor amenazante para los hijos de la fémina.
¿Qué buscan los agresores al lastimar a otro individuo?, ¿Desean los atacantes sobre todo herir a las víctimas, o, acaso están intentando hacer alguna otra cosa? Casi todas las teorías coinciden en que la agresión es intencionada, no existe consenso sobre otros fines que persiguen los agresores cuando tratan de herir a sus víctimas. A continuación se presentan algunos de los propósitos alternos de estos comportamientos:
Causar daño intencionadamente: Como ya se ha dicho anteriormente, la mayoría de investigaciones afirman que los comportamientos agresivos tienen el objetivo principal de dañar a otra persona de forma deliberada. El agresor en este caso tiene un propósito bastante claro. Así que cualquier forma de conducta dirigida de perjudicar, afectar o dañar a otro ser vivo, el cual desea evitar este maltrato, debe considerarse una agresión. Todo maltrato, abuso, o acto dañino empieza por esta intensa inquietud.
La Coerción: Para algunos autores este comportamiento es principalmente un esfuerzo de coerción. Lo cual significa que los agresores pueden lesionar a sus víctimas pero, su verdadero objetivo no es ese, sino influir sobre la conducta de los afectados. El agresor en este caso, desea lograr un cambio en los sujetos que perturba. Por ejemplo, muchos niños se valen de actos agresivos para intentar cambiar situaciones irritantes o desagradables causadas por los padres y hermanos.
Causar una buena impresión: Muchos encuentros agresivos en realidad no son más que en una especie de “puesta en escena” ejecutada con la finalidad de impactar tanto a la víctima, como a la audiencia de turno. En este sentido, los agresores se preocupan acerca de la opinión de otras personas. Es su interés crearse una imagen de hombres fuertes, enérgicos y osados; esforzándose además por lograr una reputación intimidatoria. En este caso, la agresión es el medio para alcanzar el posicionamiento de una imagen envalentonada, de la persona que “domina” la situación.
Los diferentes tratamientos para regular estas conductas dañinas tienen el propósito de dotar a las personas con técnicas sencillas y específicas de relajación que permiten relajar y sosegar al individuo. De igual modo, se busca facilitar estrategias de control de pensamiento para reducir los estímulos y situaciones que actúan como desencadenantes de estos comportamientos. La idea es que las personas estén en capacidad de mantener el equilibrio y afianzarse en cualidades positivas.
A continuación se expone una serie de técnicas sencillas y prácticas que ayudan a afrontar situaciones difíciles y mantener buen ánimo. Estas recomendaciones están basadas en diferentes investigaciones y pueden practicarse de forma individual y generar grandes beneficios.
Por otro lado, cuando la agresividad ya se hace presente se invita a las personas a practicar ejercicios útiles que le permitan retomar el control. Entre ellos destacan:
Lo que se busca es que cuando el individuo se exponga nuevamente ante a la situación compleja, este se encuentre lo más racionalmente posible. Resulta interesante hacer una lista de posibles respuestas o soluciones, con sus pros y sus contras para tener una visión general del conflicto que enfrenta.
-Dirigida a: Medios de Comunicación. Sin duda alguna, los Massmedia tienen una enorme responsabilidad en la formación de las nuevas generaciones. Tomando en cuenta que los niños y niñas son sensibles a cualquier tipo de violencia y brutalidad, la programación infantil debe tener un contenido positivo hacia la vida, reforzar los valores humanos y abstenerse en lo posible a presentar violencia.
-Dirigido a: Colegios. En el marco de las instituciones educativas es indiscutible que se debe fomentar el altruismo, la convivencia armónica, los valores pro- sociales. En este sentido, se debe trabajar por una educación pertinente y ajustada a los tiempos actuales, en la que prevalezca la inteligencia emocional, teniendo en consideración la enorme importancia que posee el adecuado manejo de las emociones cuando las personas se enfrentan a situaciones complejas. Al respecto, los profesores pueden y deben contribuir en la formación de alumnos sanos, seguros, en paz con sus semejantes y su ambiente.
-Dirigido a: la familia. Los niños siempre imitarán los modelos parentales de conducta. El hogar en cierto modo, es la primera escuela, el primer gran aprendizaje que incidirá en los comportamientos de los más pequeños. Por esta razón, los adultos deben hacerse responsables de llevar un sistema disciplinario apropiado. No se trata de una crianza permisiva, ni tampoco de una persecutoria, es más bien, un esfuerzo sincero por brindarle a los hijos normas conductuales que le permitan relacionarse armónicamente en su posterior adultez.
Psicólogos de México expertos en problemas de violencia e ira