La autoestima es un tema que últimamente ha cobrado mayor interés en la sociedad, pues se ha demostrado mediante diversos estudios que constituye uno de los factores más influyentes para el desarrollo de diversos trastornos psicológicos. Además, dependiendo del nivel de autoestima, esta puede afectar la interacción de los individuos con su entorno y perjudicar la creación de relaciones sociales.
Esas graves consecuencias han llevado a que los padres se preocupen más por la salud mental de sus hijos y que quieran conocer el término en profundidad, para así poder contribuir a que sus pequeños construyan una valoración positiva de sí mismos, que sea acorde a la realidad.
En pocas palabras, la autoestima es la opinión y la apreciación que tienen los individuos sobre su persona, la cual se establece mediante una autoevaluación que cada sujeto realiza de manera inconsciente, regida por todos los principios, valores y creencias que ha aprendido a lo largo de su vida. A pesar de que el nivel de autoestima puede variar con el paso del tiempo, debido a diversas situaciones y experiencias personales, es muy importante que los niños tengan una buena base desde la infancia. Por todo ello, fomentar la autoestima desde pequeños es fundamental para el buen desarrollo psicosocial.
Cuando los niños tienen una valoración positiva de sí mismos son mucho más alegres, porque se sienten capaces de poder vencer cualquier reto, creen que su opinión es importante y la expresan con libertad; están seguros de que son amados por sus seres queridos y que para estos es grata su presencia.
Una buena autoestima, ni muy baja ni muy alta, en la etapa infantil les proporciona a los pequeños: seguridad al momento de enfrentarse a nuevas experiencias (como asistir por primera vez al colegio), confianza al manifestar sus ideas o habilidades ante los demás; tranquilidad, gracias a que no poseen pensamientos negativos que los hagan cohibirse o aislarse, facilidad para relacionarse con sus similares, entre muchas otras cualidades que caracterizan a los niños felices.
Estimular la autoestima en los infantes es elemental para que estos puedan autoevaluarse positivamente y con el tiempo ir creando un buen concepto de su persona, lo que les permitirá atravesar con normalidad cada una de las etapas de la vida y relacionarse e interactuar con los diversos agentes de socialización que en ellas se presenten. Además, la autoestima que se forja durante la infancia es fundamental para consolidar el carácter y el temperamento, que posteriormente intervienen en la formación de la personalidad.
Por lo general, todo lo que aprenden los niños en la etapa infantil, en especial durante sus primeros años de vida, es considerado por ellos como una verdad absoluta; por lo que se convierten en ideales que difícilmente pueden ser cambiados, pues son la base sólida de todo el conocimiento que adquirirán luego, con la que juzgarán si determinadas acciones u opiniones son correctas o no. Debido a ello, es relevante promover la autoestima durante la niñez, pues la tendencia indica que la valoración que se consigue en esta etapa probablemente se mantenga a lo largo de la vida.
La familia es el primer agente de socialización. En ella los niños tienen su primera interacción con otras personas, adquieren los principales aprendizajes de la vida y manifiestan sus emociones sin condiciones ni prejuicios. Por su parte, el núcleo de la familia son los padres, quienes se consideran los guías de sus hijos, sobre todo durante la crianza, que es la etapa en la cual pueden instruir, educar y cultivar, ideas y pensamientos en los pequeños, que les serán útiles para su correcto crecimiento personal y desarrollo dentro de la vida social.
Los niños ven a sus progenitores como la máxima autoridad, por eso la influencia que estos tienen es tan grande que repercute en el comportamiento de sus hijos, ya que los infantes cambian o ajustan su conducta de acuerdo a las exigencias de sus padres. Cuando de autoestima se trata, los padres deben ser los responsables de fomentar la valoración personal en sus pequeños, pues son los únicos individuos en quienes ellos confían totalmente, por lo que sin dudar aceptarán el reforzamiento positivo que estos les brinden.
Sin embargo, existen muchos casos en los cuales los progenitores piensan que están promoviendo la autoestima en sus hijos cuando les aplauden lo que hacen a pesar de que esté incorrecto (para no herir sus sentimientos); les dicen que son los mejores en todo siempre, los más guapos, los más inteligentes, entre otros comentarios que en realidad están provocando egocentrismo y vanidad en los infantes. Aunque también puede que los niños sientan esos halagos como una exigencia por parte de sus padres, indicándoles que deben resaltar en todo momento, por lo que se esfuerzan en cumplir esas expectativas, situación que puede generarles estrés y frustración, ya que a veces no están en capacidad de comportarse como los hijos perfectos.
La autoestima sana se fomenta con bases en la realidad, es decir, los padres deben reconocer y apreciar las virtudes de los niños, para que estos sean conscientes de que las tienen, pero también deben comunicar sus limitaciones y lograr que los pequeños las acepten. Eso es posible explicándoles que todos los individuos tienen diferentes habilidades y que no poseer una capacidad en específico no significa que sean menos que los demás, porque ellos gozan de muchas otras cualidades positivas que los destacan y ayudan a superar sus debilidades.
Cuando los padres tergiversan el concepto de autoestima, los niños corren el riesgo de crear formatos de autoevaluación muy estrictos, que originan que estos no se sientan en capacidad de valorarse de forma realista dentro de sus estándares. Es ahí cuando los infantes pueden desarrollar exceso de autoestima o presentar baja autoestima, dependiendo del caso. El secreto para que esto no suceda, es evitar menospreciar o magnificar las acciones de los pequeños, pues el trabajo de los progenitores debe ser ayudarlos a conocer cómo son realmente e incitarlos a quererse a sí mismos y apreciarse de esa manera.
Los bebés no llegan al mundo con una guía de instrucciones para sus padres, por lo que es totalmente comprensible que estos cometan algunos errores durante la crianza y descuiden varios aspectos de la salud mental y emocional de sus pequeños, sobre todo si son primerizos. Sin embargo, es importante que los progenitores investiguen para que aprendan a proporcionarles a sus niños herramientas que les serán útiles para toda la vida, tal es el caso de la estimulación de la autoestima. Algunas claves para que los padres logren fomentar la valoración positiva en sus hijos, son las siguientes:
Los padres que fomentan la autoestima en sus hijos, les están proporcionando salud mental, la cual no sólo traerá beneficios en el presente, sino que también lo hará a largo plazo. Cuando los infantes se crían en un ambiente sano y crecen rodeados de personas que los aman, enseñan y nutren en valores, culturas y principios, experimentan frecuentemente emociones positivas, las cuales los hacen sentirse cómodos con ellos mismos y esa apreciación no acaba junto con la niñez.
La reacción a las diversas situaciones que se viven durante la adolescencia, responde en gran medida a la experiencia que ha tenido el joven en su infancia. Por ejemplo, los niños que son tomados en cuenta en casa por sus padres, quienes les han dado la confianza como para considerarlos sus mejores amigos y consejeros, se convierten en adolescentes sinceros y comunicativos, que respetan la figura de sus progenitores. Asimismo, son aquellos que no esconden lo que les ocurre en el colegio, ya que se sienten capaces de afrontar los problemas, no se dejan menospreciar ni intimidar por los demás, por lo que es poco probable que sean víctimas de acoso escolar.
A pesar de que la adolescencia puede considerarse la etapa más difícil, debido a que en ella los jóvenes se relacionan por primera vez con personas ajenas al núcleo familiar o al reducido grupo de iguales con el que interactuaron durante sus primeros años de escuela, cuando eran niños. Además de que se presentan muchos cambios corporales motivados a la pubertad y se manifiesta mayor vulnerabilidad en el aspecto psicólogo y emocional; en la adultez también se viven circunstancias complejas, las cuales sólo se pueden afrontar si se tiene una alta autoestima.
La manera de hacer frente a los problemas laborales, amorosos o financieros, tiene mucho que ver con la autoestima y los rasgos de la personalidad. Para resolver un conflicto se necesita ser capaz de salir adelante, confiar en las habilidades que se tienen y entender que cuando llega la adversidad hay que ser fuertes para no desfallecer. Sólo los individuos con adecuada autoestima e inteligencia emocional saben ponerse a la altura de las dificultades y salir de ellas, sin mayores consecuencias, pues los que no, corren el riesgo de desarrollar diferentes tipos de trastornos, como ansiedad, depresión, estrés postraumático, entre otros.
Si una persona tiene un buen concepto de sí misma y una valoración positiva, fomentada por sus padres durante la niñez, existe mayor probabilidad de que conozca sus virtudes, se sienta feliz tal cual es y se acepte; confíe en sus capacidades, se crea competente ante los demás, sea optimista y sepa llevar las riendas de su vida.