La ansiedad es una sensación o estado emocional natural del ser humano. Todos hemos vivido momentos de ansiedad previo a una entrevista de trabajo que sabemos es muy competida; cuando el salario no llega a fin de mes por gastos excepcionales; esperando el diagnóstico de una enfermedad propia o de un ser querido; ante un divorcio, etc.
Es incluso saludable tener cierto grado de ansiedad ante las fuentes de estrés cotidianas, pues esa sensación “desagradable” es la que prepara nuestro organismo para dar una respuesta adecuada y poner fin al peligro o amenaza que la genera.
Cuando la ansiedad alcanza una elevada intensidad y se hace muy frecuente durante un tiempo prolongado (meses); cuando el agente externo amenazante ya no existe y nuestra psique es la que crea falsas amenazas y nos angustia; entonces, podemos decir que la ansiedad es patológica.
La ansiedad patológica provoca un malestar general en la persona aquejada y empobrece su calidad de vida pues le incapacita para sus interacciones sociales, laborales e íntimas. En caso de ansiedad patológica aparecen síntomas físicos, psicológicos y conductuales que el individuo no puede controlar porque llegan sin causa aparente casi todos los días durante varias semanas.
Es difícil precisar con exactitud las causas que generan trastornos de ansiedad.
Generalmente su presencia es multifactorial. Existen factores que predisponen a la persona (biológicos), factores que activan las crisis de ansiedad (externos, situacionales, perceptivos) y factores de mantenimiento que hacen recurrentes las recaídas y sostienen el trastorno una vez este aparece.
Algunas causas que originan la ansiedad y que se dan combinadas entre sí, podrían ser:
Las personas que padecen algún trastorno de ansiedad manifiestan que están siempre nerviosos y que no pueden concentrarse con facilidad. Sienten también desasosiego, sensación de agobio y angustia ante cualquier hecho, incluso los acontecimientos positivos que deberían generarle felicidad.
A nivel físico, la ansiedad se expresa en síntomas que también podrían ser aplicables a otras enfermedades. Puede manifestarse con crisis de súbita sudoración en las manos, mareos, temblores, palpitaciones, disnea, problemas digestivos (úlceras, gases excesivos), urinarios (micción frecuente) y sexuales (anorgasmia o adicción al sexo).
Las personas ansiosas se perciben a sí mismas constantemente afectados y vulnerables. Viven con miedo a perder el control o enloquecer ante su intenso temor a la muerte o aquello que les produce fobia.
A veces pasan años de sus vidas tratando de no exponerse a las situaciones que les inquietan y van reduciendo su espacio vital, disminuyen sus interacciones sociales por miedo a perder el control ante desconocidos. También pueden crear ritos obsesivos-compulsivos que inhiben su capacidad de disfrutar de las cosas más sencillas de cada día.
Los síntomas de ansiedad crean una maquinaria engranada que se dispara y autoexacerba, haciendo creer a la persona que carece de recursos para sanar. Sin embargo, los trastornos de ansiedad –según cuáles sean los factores que la originan, activan y mantienen– pueden curarse o no. En caso de poder curarse de forma definitiva, los pacientes con tratamientos adecuados pueden mejorar mucho y llevar una vida normal.
La ansiedad patológica se manifiesta en los trastornos que explicamos a continuación:
Según las estimaciones realizadas por instituciones que investigan los trastornos psiquiátricos, se cree que en los próximos años el 18% de los mexicanos desarrollará un trastorno de ansiedad, en especial las mujeres. Los trastornos de ansiedad más comunes son las fobias específicas (7,1% de la población ha presentado alguna crisis de este tipo) y la fobia social (4,7% de de aquejados al menos una vez en su vida).
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Para saber si padeces un trastorno de ansiedad debes ir con tu médico de cabecera, quien tras hacerte un cuestionario te debe remitir a un psicólogo o psiquiatra; según lo crítico que sea la situación.
En Internet encontrarás varios tests que evalúan signos físicos, cognitivos y de comportamiento; pero estos test no son del todo fiables en tus propias manos, pero puedes usarlos como punto de partida si crees que padeces algunos de los trastornos explicados.
Determinados alimentos aumentan la producción de serotonina, un neurotransmisor mensajero del bienestar y la relajación. Esos alimentos, ricos en triptófano, que es el precursor de la serotonina, no deberían faltar en la dieta anti-ansiedad.
Los alimentos que podríamos llamar ideales son los plátanos, las nueces, la avena y la lechuga.
Las bebidas que hacen bien y ayudan a prevenir la ansiedad son las infusiones sedantes tales como la hierbaluisa, la valeriana, la manzanilla, la tila y lavanda.
Junto a una dieta equilibrada en nutrientes, que puede combinarse con el consumo de complementos nutricionales, es conveniente mantener un estilo de vida saludable en general.
Además de una dieta equilibrada y rica en alimentos promotores de serotonina, ciertos hábitos saludables ayudan a evitar las crisis de ansiedad.
La práctica frecuente y moderada de deportes (Yoga, Taichi, Pilates); el descanso cuando lo necesitamos; dormir la cantidad de horas necesarias; organizar nuestras vidas para gestionar mejor el tiempo; pedir ayuda para la toma de decisiones a personas con el pensamiento lógico desarrollado y de nuestra absoluta confianza; relacionarnos con los demás en el presente y olvidando culpas y errores pasados; hacer meditación; observar nuestros pensamientos negativos y sustituirlos por afirmaciones que nos restauren confianza en nuestra capacidad para sanar y vivir en equilibrio; leer libros de humor y autoayuda.
Las personas ansiosas deben buscar prácticas que los anclen en el presente y refuercen sus emociones sus positivas: bailar, cursos, hacer manualidades, pintar, componer, deportes sociales…
Los trastornos de ansiedad son superables. En caso de la sospecha de estar ansioso o malestares similares a los comentados, busque ayuda profesional cualificada que potencie su capacidad innata de sanar.
Psicólogos de México expertos en Ansiedad